NOTICIA
Triángulo escaleno, pasión escalonada
La nueva película de Arturo Sotto (producida por el ICAIC, Ítaca Films, de México, y Cottos Producciones SRL, de República Dominicana, en colaboración con el Programa Ibermedia) se inserta en el llamado “cine de género”, especialmente en su línea thriller: Nido de mantis emplea la metáfora del amor que mata, de esa especie de ofidio cuya hembra, mientras copula, devora, lo cual en buena medida define las coordenadas de un relato que en afán un tanto reduccionista pudiera definirse como una variante del triángulo amoroso desigual que encadena (y escalona) esa pasión no solo irreflexiva e irrefrenable como todas, sino trágica.
Dos hombres, de estratos sociales diferentes (uno, humilde, borrachín y mujeriego; otro de extracción burguesa, cuya familia marcha a Estados Unidos como tantas en los años 60) que aman a la misma mujer (campesina, alfabetizada por el primero; casi “comprada” por el segundo), amor maldito que los convierte en rivales desde niños, y se extiende, se alterna y finalmente se comparte, mas no por ello encuentra la solución que, sin dudas, no tiene, dan vida a un filme que abarca en su cronos más de cuatro décadas, desde los años 50 prerrevolucinarios a la llamada Crisis de los Balseros, a mediados de los 90 del pasado siglo.
Mezcla de melodrama coqueteando todo el tiempo con la tragedia griega, pespunteada de algún que otro chiste que baja a veces la temperatura y densidad altamente dramáticas que la definen, Nido de mantis es la obra de un director ya versado en atmósferas y temáticas policiales (La noche de los inocentes), el pastiche posmoderno e intertextual (Pon tu pensamiento en mí, Bocaccerías habaneras), los nexos eróticos difíciles colisionando con los más hostiles contextos (Amor vertical), experiencia con la que logra conferir a la compleja y dilatada historia, singularidad y coherencia.
Si bien el trasfondo histórico no ocupa nunca el primer plano que en todo momento detenta la trama, esta sitúa en tiempo y espacio las peripecias, si bien en algunos pasajes las alusiones se sienten un tanto forzadas, mientras el exceso de detalles y complicaciones del relato lo tornan a veces algo farragoso.
El carácter de la narración, que comienza justamente por el desenlace (no confundir con el final), garantiza no obstante el interés sostenido del público, incluyendo el giro que toman las pruebas y evidencias de los hechos, como ocurre en todo policiaco que se respete. Sotto ha echado mano, con la complicidad de un muy implicado y preciso director de fotografía (Ernesto Calzado), al blanco y negro para el pasado, que alterna con el color del presente, lo que le confiere peso dramático a la puesta, algo que refuerzan la dirección de arte (Carlos Urdanivia), el vestuario y la banda sonora, con una música (Beatriz Corona) que va definiendo los momentos por los que atraviesa la microhistoria respecto a la macro, incluyendo canciones representativas de aquellos.
La tríada protagónica se caracteriza por una suficiente riqueza de matices, si bien en el caso del burgués (con el que Arturo quiso homenajear, según confesara, al Sergio de Memorias del subdesarrollo) no se aprecian las contradicciones y dudas sociales-ontológicas de tal referente, ya que se encuentra demasiado enfocado al pernicioso enlace que alimenta el guion. Los campesinos, quienes, como suerte de coro griego, acompañan la investigación y aportan sus testimonios, pudieron acaso tener una participación más decisiva desde el punto de vista dramático, pues con la excepción del “líder” —que asume brillantemente Luis Alberto García—, apenas son telón de fondo.
Los dos actores que dan vida a los rivales (Armando Miguel Gómez y Caleb Casas) confieren autoridad y convicción a sus respectivos papeles, algo semejante a lo que ocurre con el fiscal que lleva la investigación del caso en la piel de Yadier Fernández. Aunque no con la misma suerte que sus coprotagonistas masculinos, la debutante Yara Massiel trasluce un indudable potencial para desarrollar una consistente trayectoria como actriz.
Nido de mantis es un filme no perfecto, que deja más de una insatisfacción, pero a la vez es un texto fílmico con no pocos valores y provocaciones artísticas, como es ya costumbre en el cine de Arturo Sotto.
(Tomado de periódico Cartelera Cine y Video, nro. 167)