Angela

Talento joven que viene llegando

Lun, 11/11/2019

La Muestra Joven del ICAIC ha devenido ordenamiento jerárquico del panorama audiovisual cubano más joven y arriesgado en términos temáticos y formales. Sus premios suelen retribuir los documentales y cortometrajes más característicos y únicos, en tanto se ocupan más de mostrar que de explicar, en el intento por asumir nuestra realidad desde puntos de vista menos complacientes y triunfalistas. A los premios de la más reciente edición de la Muestra Joven se dedica un ciclo en la Sala 1 del Multicine Infanta, un ciclo que ojalá contribuya a conferirle mayor visibilidad a obras de un valor innegable, en tanto pertenecen al tipo de propuestas interesadas en transformar el presente y atisbar el futuro.

Para tratar de argumentar sobre la novedad que estas obras representan, y su valor transformador en nuestro panorama audiovisual, agruparemos las propuestas en cuatro rubros, de acuerdo con sus características ideoestéticas: Variaciones narrativas y ensayos reflexivos; Reedificación de la memoria; Realismo sucio y efectista y Minimalismo observacional. Tales etiquetas solo persiguen el propósito de tratar de definir la esencia de cada obra y recomendarla a un público no avisado.

Variaciones narrativas y ensayos reflexivos: Un tipo ahí, un Juan Pérez cualquiera, ha muerto, y la misma Muerte en persona recompone los restos óseos y decide otorgarle una segunda oportunidad a Juan Pérez entre los vivos, pero su regreso le devuelve un pasado de riñas y desencuentros familiares hasta que decide correr, sumergirse en el mar bailando reguetón. Más o menos esa es la anécdota que pudiera inferirse del corto de ficción Fin, dirigido por Yimit Ramírez, que juega con la fantasía filosófica y el surrealismo mediante una anécdota enrevesada, no causal ni mucho menos cronológica, que sugiere una parábola sobre las segundas oportunidades, o tal vez propone la metáfora sobre lo que significa la muerte en tanto apocalipsis circular de una vida en eterna caída libre.

El cortometraje de ficción titulado Los amantes, dirigido por Alan González, muestra a Yolanda (Lola Amores) borrando la sangre que evidencia un crimen, el culpable delante de ella y la necesita. El director y guionista juega con la desorientación y el poder intelectivo del espectador en tanto nunca se nos informa a quién mataron ni en qué circunstancia. El fragmento de anécdota elegido se visualiza mediante complejos planos secuencias que acrecientan las preguntas sin respuestas del espectador, en tanto el final será igual tan intenso como el inicio del corto, y tan desconcertante como la totalidad de sus ocho minutos de duración. Luego de La profesora de inglés y El hormiguero, Los amantes vuelve a evidenciar la capacidad de Alan González para arribar al largometraje de ficción, algo que es probable ocurra en los próximos años con La mujer salvaje, otra vez con el protagonismo de la versátil Lola Amores.

El joven y exitoso dramaturgo Rogelio Orizondo pulsa la capacidad del cine dentro del cine, con un viso de extrañamiento performático y autorreflexividad, en Dalila y su hermano, en la cual se potencia la narración en primera persona, tan difícil en cine como en literatura, porque igual deviene autocomplacencia. Aquí, la voz del supuesto autor se autodefine como tío de Dalila y Leonardo, y juega con ellos a realizar una película, mientras ambos niños hablan sobre las nociones básicas de patriotismo e identidad, de modo que tales conceptos se colocan en proceso de cuestionadora crisis, tal como ocurría en la reconocida pieza Antigonón, un contingente épico, de la firma de Orizondo.

Bien lejos de la narración convencional, hasta el punto de eludirla casi por completo, transcurren los doce minutos de Home, y ese es el tiempo que precisa Alejandro Alonso para reflexionar, a través de la superposición de símbolos e iconos, sobre el concepto de nación y hogar, y las constantes mutaciones del sitio al cual pertenecemos. Home, una obra hermosa, de sesgo experimental pero absolutamente comprensible, y atrayente, en tanto enfrenta al espectador con su ineluctable destino de Sísifo, dispuesto a escalar cada amanecer la cima de sus ilusiones, caer desde lo más alto y reinventarlo todo al siguiente día. Ese poder de reinvención de los recuerdos y los afectos está recreado con una visualidad fascinante.

Alejandro Alonso es también el director de fotografía de Brouwer. El origen de la sombra (2018, codirigido por Katherine T. Gavilán y Lisandra López Fabé) largometraje documental en torno al importantísimo músico, pero completamente distanciado de la biografía convencional, y la hagiografía, puesto que el protagonista se muestra altamente cuestionador de la realidad cultural contemporánea y hasta del filme que están grabando, en una operación reflexiva plena de hermosos momentos, hilvanados en torno al libre fluir de la conciencia del artista.

Reedificación de la memoria: El largometraje documental El último país, de Gretel Marín, registra el regreso de la realizadora a Cuba en un momento donde ocurren cambios trascendentales. Luego de varios años viviendo en el extranjero, Gretel Marín se reencuentra con su país e identidad, es decir, consigo misma, y redescubre todo lo que formó parte de ella en el pasado y que la convirtió en el ser humano cuestionador y contradictorio que era en el momento en que grabó El último país.

El documental Las muertes de Arístides, de Lázaro Lemus, recuerda a este joven a través del testimonio de otras personas. Arístides murió de un disparo mientras cumplía el Servicio Militar en 1991, y el documental deviene, en profundidad, un acto de rebelión contra nuestra tendencia perenne al olvido y al desvanecimiento de las imágenes de todos aquellos que en algún momento formaron parte de nuestra existencia.

Similar operación de reconstrucción del pasado se verifica en la ficción Alberto, de Raúl Prado, quien coloca al personaje principal en situación de regreso a Cuba desde el exilio (al igual que los protagonistas de Miel para Oshún y Casa Vieja) y así, entre recuerdos del momento en que se fue, descubre un secreto familiar guardado por veinte años, de modo que el filme vincula, con eficacia dramática, lo público y lo privado en una misma instancia de frustraciones y rencores.

Realismo sucio y efectista: Sobre un fondo nítidamente sugerido de criminalidad, sordidez y corrupción transcurre la trama policiaca, entre paródica y surrealista, de El Secadero, dirigida y escrita por José Luis Aparicio y ambientada en La Habana de 1993, en torno a un asesino en serie que decapita policías, hasta que Mario, un oficial desencantado, encuentra la cabeza de la séptima víctima. Dominado por las interpretaciones virtuosas de Eduardo Martínez, Jorge Molina y Raúl Capote, El Secadero jamás se aparta del realismo, aunque hiperbolice sus códigos tradicionales en medio de abundantes citas cinéfilas, e intertextos varios, que casi siempre enriquecen, cuando no desvían, las intenciones primigenias de esta singular comedia policiaca.

Casi expresionista, en cuanto a la deformación sicológica de personajes usualmente santificados (ancianos y niños), Cositas malas, de Víctor Alfonso, cuenta la chocante historia de una anciana escandalosa y mal hablada que interroga a tres niños para que confiesen cómo mataron su gallina, en un ambiente de pobreza y marginalidad que desdice por un lado la dorada inocencia de los infantes, mientras que por otro dinamita la visión de la ancianidad como un dechado de experiencias generosamente compartidas.

Los actores Mario Guerra y Milton García aportan grandes dosis de verosimilitud a sus personajes de Javier y Roberto, dos asaltantes nocturnos protagonistas de Flying Pigeon, de Daniel Santoyo. El eterno motivo del mentor y su pupilo se traslada al contraste entre dos éticas, dentro del convincente entretejido de intenciones y capacidades de dos personajes marginales, retratados con el verismo y la autenticidad inherentes al realismo sucio, dentro de la vena del thriller a la cubana.

Minimalismo observacional: Expresivo en sus silencios parsimoniosos, y muy hermoso por la complicidad con la apacible vida de sus dos protagonistas, Los viejos heraldos, de Luis A. Yero es uno de los más notables documentales cubanos realizados recientemente, puesto que se desmarca de ese aquí-no-pasa-nada inherente a ciertos documentales cubanos de fecha reciente, para contemplar a dos ancianos, Tatá y Esperanza, quienes presencian por televisión las elecciones, construyen un horno de carbón, y atestiguan en silencio el fin de una era, como dos faros sobrevivientes de tiempos remotos.

Dirigida, producida, fotografiada, editada, sonorizada y coescrita por Juan Pablo, el documental Ángela habla sobre una cubana que trata de abrirse camino en Nueva York. El papel titular está interpretado por la excelente actriz Idalmis García, quien también coescribió el guion, y tal colaboración parecía imprescindible en tanto el filme registra los mejores momentos de improvisación de la actriz, su cotidianidad y vivencias personales en esa ciudad gigantesca, donde bailar rumba en el Central Park se transforma en una experiencia vivificante, de reafirmación identitaria.

Un trabajo especial, de contención y silencio significativo, requiere de los actores ficciones como las de Atardecer en el trópico, de Marta María Borrás, la historia de las ilusiones perdidas de un padre y su hija, dos generaciones unidas por una casa, o una canción, y separadas por diferentes pérdidas y frustraciones. Eduardo Martínez brilla otra vez, en el papel del padre de este drama familiar, pesimista y melancólico, que devela el laxo conformismo de un contexto, en medio del anhelo por vivir algo trascendental, que trascienda la rutina.

En la Muestra Joven de este año fueron premiados profusamente, en la ficción, los mencionados Fin, El Secadero, Los amantes, Cositas malas y Alberto, mientras que en documental se reconocieron los valores de Brouwer: El origen de la sombra, Las muertes de Arístides y Ángela, sin olvidar la excepcionalidad inclasificable de Home. El Multicine Infanta les confiere una parte del espacio que se merecen.

(Tomado de La Jiribilla)