Santiago Alfonso en Yuli

“Sigo siendo bailarín y coreógrafo”

Mar, 08/06/2019

Coreógrafo, bailarín y director artístico, Santiago Alfonso fue miembro del jurado del programa televisivo Bailando en Cuba. Además, ha interpretado papeles dentro del séptimo arte en filmes como Un paraíso bajo las estrellas (Gerardo Chijona, 1999), Acorazado (Álvaro Curiel de Icaza, 2009) y recientemente en Yuli (Icíar Bollaín, 2018).

En el largometraje Santiago encarna al padre del bailarín Carlos Acosta y uno de los retos del trabajo consistía en mostrar a un ser contradictorio. Cuenta que durante el rodaje su actuación mereció “muchos halagos”; y luego de estrenada la película, se ha generado “mucha crítica positiva”.

¿Cómo llega a Yuli?

Como sabes, Susana Pous y yo fuimos jurado de Bailando en Cuba junto a Lizt Alfonso. En uno de los ensayos del programa Susana me dice: “Oye, Santiago, una amiga mía española viene a Cuba buscando un hombre negro para un personaje de una película y le dije que te probara a ti.”

Pero en realidad, sin mentirte, no le puse atención a eso.

A las dos semanas, su esposo, el actor Caleb Casas, me invita al estreno de una obra. Durante la espera conozco a Icíar Bollaín, la directora de Yuli. Ese mismo día ella me propone reunirnos en una cena, pero no pude aceptar. La puesta que había visto, que por cierto abordaba la etapa de los Diez millones, me conmocionó tanto que tuve que irme a casa.

A los días me llama Icíar pidiéndome reunirse conmigo, me da el guion del filme y lo primero que le pregunto es: “¿Tú pretendes que me aprenda todo esto?”. Ella me dice: “No, no, yo solo quiero que usted lo lea”.

Luego de esto, nos despedimos y por medio de Claudia Calviño, la productora, me entero que sería yo quien interpretaría el papel. A partir de ahí comenzó una larga travesía llena de todo tipo de sorpresas.

¿Cómo fue la preparación para su personaje?

Muy interesante. Adquirí mucha experiencia previa a la filmación. Ensayé mucho junto a Laura de la Uz, Andrea Doimeadiós y otros intérpretes.  

Tuve hasta una prueba de vestuario en la que me sucedió un evento que me hizo concientizar en la necesidad de meterme en la piel del personaje. En el lugar de la prueba llega un hombre que no puede verme porque nos dividía unas cortinas y oigo que dice: “Vengo para firmar el contrato”. Le dan unos papeles y cuando pienso que se disponía a firmarlos, le oigo decir: “Este no es mi contrato, yo vengo para el papel del padre”. Cuando escucha que ese no sería su papel y que yo interpretaría ese personaje, alterado comienza a decir que yo no era actor, sino coreógrafo y bailarín, pero actor era él. Y molesto se retira de la habitación.

Cuando salgo de las pruebas de vestuario me encuentro a este actor en la salida y con total naturalidad lo saludo, acción recíproca de su parte, y le brindo “botella”. Ese fue un momento decisivo porque comprendí que no podía dejar dudas de que a pesar de no ser actor, estaba capacitado para realizar el papel que Icíar me había dado.

¿Qué retos implicó para usted interpretarlo?

Conocía a Carlos Acosta, fui su maestro de danza y de folclor en la Escuela Nacional de Ballet. Era muy indisciplinado, se saltaba las clases y todos los maestros tenían quejas de él. Pero Ramona de Saá siempre vio más allá que todo el mundo. Siempre decía: “Déjenmelo, que yo me ocupo”.

Su padre, el personaje que yo encarno, un negro de Pinar del Río que vive en el reparto Los Pinos, un barrio marginal, resulta un ser contradictorio. Pues un hombre inculto como él, se le ocurrió que su hijo, interesado en la rumba y en el breakdance, aprendiera ballet. Y así fue, Carlos estudió y llegó a convertirse en la figura que es hoy.

Nunca conversé con Acosta en relación a la construcción del personaje de su padre, pues la realidad de él era diferente de la que la directora quería recrear. Su verdadera naturaleza era muy agresiva, era un hombre rudo y bruto que le indicó el camino, pero no con los mejores métodos. Icíar quería un personaje con matices, explosivo y lleno de ternura a la vez, y eso fue lo que traté de interpretar.

Creo que lo conseguí, pues durante las filmaciones fui merecedor de muchos halagos, y luego de estrenada la película se ha generado mucha crítica positiva con mi actuación.

¿Cómo fue trabajar en Yuli?

Me sucedieron cosas muy chistosas, desde el hecho de que muchos “idolatraron” mi figura y quisieron “santificar” mi actuación. Me llamaban el Maestro, y yo me preguntaba: “¿Qué le pasa a esta gente?”. Cansado estaba yo de trabajar con muchos de ellos y me trataban con una distinción que no era la habitual.

Pero todo fue hasta un día en que les dije: “Déjense de boberías, los veo con mucho estiramiento y unas conductas muy protocolares, comencemos a interactuar de manera normal, pues que salga por la televisión no implica ningún cambio en mi conducta”. Y hasta ese día, por suerte, porque de verdad que ese título que me pusieron mis colegas en el programa se ha extendido por toda Cuba.

Fíjate cómo estuvo la cosa que hasta una asistente personal me pusieron, ella me vigilaba y no me dejaba moverme con libertad por el set, fueron momentos graciosos.

Del trabajo dentro de este largometraje, ¿qué se llevó?

Me llevé experiencias muy lindas del trabajo que hicimos todos los comprometidos con el proyecto. Desde la realizadora, el guionista, los productores, el director de fotografía y cada uno de las actrices y actores.

Me llevé la constancia y la disciplina, que tanto estoy acostumbrado a exigir. En una ocasión Icíar me dice: “Sé que para ti es usual dirigir, pero esta vez vas a tener que dejar que yo lo haga”. Y le contesté: “Absolutamente, porque cuando estoy en tu lugar, me gusta que todos hagan lo que yo les pido, y lo que usted me diga yo lo voy hacer”.

Y por último, mucho amor y reconocimiento por parte del público y de muchos artistas a los que admiro. Colegas dentro del filme, como Laura de la Uz, Andrea Doimeadiós y Yerlín Pérez, no dejaban de resaltar mi entrega en cada una de mis escenas.

He recibido cumplidos de todo tipo desde: “Llegó el actor revelación, a correr,” hasta: “Oye, no te dediques a eso que vas a poner a la gente a pasar trabajo”.

Me siento satisfecho con los resultados que he obtenido, pero yo no pienso renunciar a mi esencia. Sigo siendo bailarín, director y coreógrafo, las cosas que me gustan y por las que vivo. Siempre que se me presente la oportunidad intentaré también ser actor.