Los señores de la mafia

Sátira violenta, estilo Guy Ritchie

Vie, 07/03/2020

Los señores de la mafia (The Gentlemen, 2019) es la producción más reciente del realizador inglés Guy Ritchie, más conocido por sus dos filmes sobre Sherlock Holmes (2009 y 2011), y su versión de la leyenda del rey Arturo (2017). Aunque no siempre recibe críticas favorables, e incluso goza del dudoso mérito de contar con el premio Frambuesa de Oro al peor guion de 2002 por su cinta Swept Away, Ritchie decidió revisitar en Los señores de la mafia sus temas favoritos —la violencia, la criminalidad, las drogas y el bajo mundo— y retornar a filmes como Lock and Stock (1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (2000), que lo colocaron a inicios de su carrera como uno de los realizadores británicos más prometedores.

La nueva cinta tuvo éxito de taquilla y la crítica en general la catalogó de regular a bien. Con mención especial para la dirección de arte y el vestuario, lo más destacado del filme es su guion. Se trata de un relato de villanos sin valores éticos ni redención alguna posible. La historia propone un trato diferente con el espectador, en el que este debe renunciar a la inmersión ingenua en la trama, tomar distancia de ella y “dialogar” con el autor. Ritchie juega con cierta puesta en abismo, de cine en el cine, pues la trama “real” del filme es representada paralelamente por uno de los coprotagonistas como un posible guion de cine.

Este elemento, entre otros, induce cierto distanciamiento en el espectador, quien en consecuencia modifica también su identificación con los personajes y con la cámara, pues de algún modo es consciente de que existió un guion, una cámara, y un proceso de edición que previamente visualizaron y manipularon todo para sus ojos. Más aun, ese mismo coprotagonista, que también resulta un conarrador del filme, simula la relación narrador-narratario, que es a su vez réplica de las relaciones extrafílmicas realizador-espectador y realizador-entidad productora, en este caso la Miramax Films, casa productora de Los señores... a la cual el protagonista del relato acude a venderle su guion.

A esto se suma el tono humorístico que moderadamente va permeando la cinta. Los señores de la mafia utiliza varios de los recursos que caracterizan el cine de acción en función de la sátira y que aquí cristalizan en la representación exagerada de la violencia, en los saltos temporales del relato, en el ritmo de edición de ciertas secuencias, y en la cadena de chantajes, traiciones, conspiraciones y soluciones impredecibles, recursos que ha explotado Ritchie a lo largo de su filmografía con mejor o peor suerte.

En este sentido, la cinta muestra también afinidad estilística con filmes como Pulp Fiction (1994), de Quentin Tarantino, uno de los ídolos cinematográficos de Ritchie. Ciertamente este regodeo tarantinesco en la violencia, las acciones crueles y las escenas de combates, que suelen presentarse como cosas cotidianas, desprovistas de su trágico dramatismo, proporciona el aire humorístico necesario para que Los señores... devenga sátira del género de gánsteres, drogas y violencia. Por otro lado, la cinta pretende escarbar en la estratificada sociedad británica y se enfoca en el bajo mundo, compuesto por desempleados desesperados, inmigrantes legales e ilegales y su descendencia, y también por muchos elementos de la alta sociedad y de las capas intermedias de profesionales.

Ritchie hace alarde de incorrección política hasta el punto de mostrar ángulos racistas, sexistas y de conservadurismo, algo que la crítica no pasó por alto. Esta incorrección política del filme, más que una postura ética de su autor —lo cual nadie ha negado—, parece ser un elemento de escándalo adicional diseñado para beneficio de la taquilla. En suma, Los señores de la mafia es una película que entretiene a la vez que reflexiona —o lo simula— sobre problemas de la sociedad británica contemporánea, pero sobre todo es un filme que insiste en llamar la atención sobre sí mismo, sobre su propia estructura y, en consecuencia, sobre el oficio de su realizador.

(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 175)