NOTICIA
Palabras de presentación del libro "Guerra culta..."
[Palabras de la poeta Nancy Morejón en la presentación el 2 de julio en la Cinemateca de Cuba del libro Guerra culta. Reflexiones y desafíos sesenta años después de Palabras a los intelectuales, de Ediciones ICAIC]
Llegar hasta este punto, a este tiempo convulso desde sus inicios, ha sido un privilegio. No hay otra palabra para definirlo. La vida, generosa, abre sus puertas, otra vez, para darle paso a su esencia que no es otra sino respirar y pensar; ambas funciones, como acciones legítimas de la naturaleza humana, que a su vez nos han permitido ir escribiendo, de forma invariable, esa página que sea capaz de revelar sentimientos transparentes y, asimismo, esa posibilidad real, tangible, de aceptar la imaginación como una vía del conocimiento; o de prefigurar, al vuelo, el retrato en vivo de una sociedad cambiante a cada segundo por la energía de un proceso único que llamamos en Cuba Revolución.
Vale la pena detenerse sobre el libro que nos convoca hoy no solo porque sea, en verdad, un aporte al intercambio de ideas que se sustenta mediante la lectura inteligente y el ejercicio cotidiano de la investigación en el campo de lo que siempre conocimos como las Humanidades. Félix Varela, Enrique José Varona y José Martí ―cada uno a su modo y a su medida― fueron los primeros en enseñarnos a comprender la necesidad del arte en su función aleccionadora, desalienante y moral sobre todo en circunstancias de cambios perpetuos como nos ha probado la Historia, en letras grandes. El arte y la literatura forman parte de la cultura que defendemos hoy y ha sido defendida siempre y, como tales, son la historia misma de la nación en proceso revolucionario desde el 10 de octubre de 1868 hasta el 1.o de enero de 1959, atravesando, por supuesto, aquella “guerra necesaria” proclamada un 24 de febrero de 1895 en plena voluntad de cambio en lo que conocemos como el Grito de Baire.
En mi juventud, escuchaba atenta los discursos de los héroes. Los de Fidel me cautivaban por aquella belleza, aquella capacidad de llegar a la acción mediante el conocimiento histórico de todo lo que se movió en la Isla, y sus archipiélagos, por alcanzar la dignidad plena de sus habitantes sin escudriñar origen de clase, el factor étnico o social o bien su género.
Hemos querido esta Isla enorme en su fragor de independencia, libertad y soberanía. No ha sido otro el móvil que nos ha lanzado a los cuatro vientos y mares antillanos en nuestra búsqueda perpetua de una identidad que se ha ido rehaciendo según las circunstancias.
Vuelvo a decir, por eso, que es un privilegio poder presentar este ameno y atractivo volumen que incluye reflexiones, testimonios, tanteos programáticos, apuntes, aproximaciones, propuestas a corto y largo plazo, sobre el incesante quehacer intelectual de Cuba en la expresión de varias generaciones.
Concebir esta recopilación, tal cual es, resulta un hallazgo mientras nos demuestra una apreciación sabia de la tradición nacida, precisamente, de Palabras a los intelectuales en 1961. Porque los textos aquí presentes no solo marcan un insoslayable síndrome generacional sino que, paradójicamente, comprueban la necesidad de revisar la experiencia histórica cuyo marco de referencia, por ejemplo, recibe un excelente análisis pocas veces frecuentado por la historiografía nacional. ¿A cargo de quién? A cargo del escritor e investigador Rafael Hernández, cuyos saberes se han centrado, principalmente, en el estudio sistemático de cosmovisiones latinoamericanas, y su imaginario, cuyo lente se asienta en aquellas que se refieren al insólito intercambio académico entre Cuba y los Estados Unidos, prueba fehaciente del don de la resistencia que, como apostaba Alejo Carpentier, nos legaron los cimarrones desde su azarosa llegada a los archipiélagos antillanos desde finales del siglo XV.
Hernández (1948), gracias a su condición de testigo presencial, echa un enriquecedor vistazo sobre la vida editorial republicana ―en su mayoría proveniente de las escasas instituciones dedicadas entonces a la cultura―. Es un apreciable aporte la mirada suya sobre la gestión de algunas minorías de intelectuales que levantaron su voz para legitimar una producción puesta al margen, al menos, por los grandes consorcios.
Manuel Pérez Paredes (1939) y Magda González Grau (1956) aportan testimonios personales, de primera mano y de gran impacto, sobre la práctica de una política cultural ejercida tanto desde la realización de obras cinematográficas así como de la de los medios masivos de comunicación en una época en donde no existían ni las redes sociales ni el reino global de la tecnología electrónica.
Por su rigor y su enfoque, de una apuesta moral indescriptiblemente comprometida, se alza en este conjunto el breve ensayo Guerra culta y enfrentamiento de ideas en el pensamiento de José Martí, de Ibrahim Hidalgo, depositario, como se sabe, del legado martiano instalado, por derecho propio, en la luz de ese arco tangible, a lo largo del siglo XX, que va desde Juan Marinello hasta Cintio Vitier.
Las contribuciones de los más jóvenes no se hacen esperar y su perspectiva nos introduce en interpretaciones en donde la apuesta por el riesgo y la contradicción ―signos indiscutibles de su experiencia― confirman la evolución de nuestro pensamiento y ellos mismos, como pidió Fidel, en su discurso de la Biblioteca Nacional, un 30 de junio de 1961, son los que, ahora, estarán diciendo la última palabra.
La inestimable certidumbre de vida y libertad, de fiel resonancia de un sentimiento patrio compartido que aflora en los sugerentes y valiosos textos de Israel Rojas Fiel (1973), Yasel Toledo Garnache (1990), Fabio Fernández Batista (1988), Karima Oliva Bello (1982), José Ernesto Nováez Guerrero (1990) y Fernando Luis Rojas (1982) nos devuelven un especial sentido de pertenencia de una identidad, como la nuestra, fija en la opción de la historia que hemos vivido, hoy en el centro de cada debate.
Como bien advierte, con su sagacidad habitual, Graziella Pogolotti: Vivimos en la historia Porque, hijos de la historia, somos también sus hacedores. Este libro, Guerra culta. Reflexiones y desafíos sesenta años después de Palabras a los intelectuales es una necesidad imperiosa que introduce al lector en una suerte de caleidoscopio donde cada molécula, cada giro, confirma el talento de sus creadores para estudiar nuestro medio y, así, tender un puente de amor entre la perspicacia del trabajo intelectual y una Revolución más grande que nosotros mismos.