NOTICIA
Nupcias del poeta con la libertad y la belleza
Único largometraje de ficción elegido para representar a Cuba en la competencia principal del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, seleccionado luego por los críticos de la isla como lo mejor del cine nacional estrenado en 2019, Buscando a Casal es un filme histórico-biográfico que se aparta de las principales convenciones de ese género para develar al poeta, al creador, en irreconciliable pugna con la vulgaridad de la realidad cubana, en la segunda mitad del siglo XIX.
Y como suele pasar con los filmes que se atreven a eludir las convenciones, es posible que un sector del público se distancie y rechace ciertas temeridades del director y guionista Jorge Luis Sánchez, conocedor de los códigos del cine histórico y retro desde El Benny y Cuba Libre.
Y sería una lástima que los espectadores inteligentes se impidan el disfrute de esta, una de las mejores películas históricas del cine cubano reciente. Cada quien puede aceptar o rechazar lo que le plazca, pero insisto en que sería una pena que el argumento de rechazo se sustente solo en que la puesta en escena elude el naturalismo y asume el más completo artificio, sobre todo en cuanto a dirección de arte, es decir, escenografía y ambientación.
Solo de esta manera, desde la evidencia de que se trata de una representación, se consigue dibujar la contingencia de la pequeñez, el prejuicio o la intolerancia, y se expresa la hiperestésica sensibilidad del poeta urgido por la angustia de hacer coincidir lo ideal y lo real, el individuo y la sociedad, lo bello y lo útil.
Julián del Casal, uno de los máximos exponentes de la literatura modernista en español, escribe en su poema “El arte”: “El alma grande, solitaria y pura/ que la mezquina realidad desdeña,/ halla en el arte dichas ignoradas,/ como el alción, en fría noche oscura,/ asilo busca en la musgosa peña/ que inunda el mar azul de olas plateadas”.
El autor de tales versos merecía, según ha declarado el director y guionista, una película diferente, capaz de expresar la neurosis hedonista, el disfraz de la mordacidad y del hastío, la vida bohemia y menesterosa, puras fachadas que ocultaban un espíritu delicado, en busca de afecto, fantasía y belleza.
Para hacer el retrato de Casal, la dirección de arte de Maykel Martínez (en estrecha colaboración con el realizador, y con el también experimentado fotógrafo José Manuel Riera, en conjugación con los creadores de efectos visuales) se planteó tres pautas: artificio, fantasía y rareza, porque el poeta, llámese Julián del Casal o Charles Baudelaire, Paul Verlaine o Arthur Rimbaud (por solo mencionar tres de sus contemporáneos), puede ser intenso y frívolo, sensitivo y caprichoso, lírico y extravagante, alguien que confesaba en versos su predilecciones: “Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,/ las vidrieras de múltiples colores,/ los tapices pintados de oro y flores/ y las brillantes lunas venecianas” (“Mis amores”).
La película intenta mostrar tales predilecciones y además las facetas visibles y ocultas de un ser humano complejo y atormentado. Aunque debe decirse que en la trama (de narrativa causal, cronológica) predomina la faceta del hombre de talento excepcional, en profunda discordia con la época que le tocó vivir, el poeta maldito, acosado e incomprendido, que ni siquiera sus compatriotas han sabido colocar en el lugar que le corresponde.
Y por eso, entre otras intenciones, existe esta película, para hacernos pensar en el lugar que ocupa entre nosotros la poesía (y no solo la de Casal), y revalorar el símbolo que constituye aquel poeta cuya biografía se teje, también, a partir de valores como la fidelidad a uno mismo, la amistad y la libertad, entendida esta última como algo más profundo que el derecho a que alguien guste del bronce y la porcelana.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 172)