NOTICIA
Mucha acción genera la Muestra: música, cine y jóvenes
Del cine de género en El Zurdo y El Secadero
Con el título “Jugar a la zurda. Parodia y reverencia a los códigos del cine de género”, el espacio teórico Moviendo ideas tuvo como moderadores, en su primera jornada, al crítico e investigador Joel del Río y al realizador audiovisual Lester Hamlet, en el Centro Cultural Fresa y Chocolate.
Alberto Martín asegura que con El Zurdo (2018) hizo la película que pudo hacer y no la que soñó realizar…
“Pensé que iba lograr hacer algo como Amores perros, salvando las distancias, y terminé haciendo otra cosa… A la hora de la verdad, rodaje, post, se fue alejando cada vez más de eso, porque me fue obligando a editar de otra forma que y concebir una película totalmente distinta a la que escribí”.
Joel del Río: Un poco de “género a tu pesar…”¿Cuándo supiste que usarías esa plataforma genérica…?
Cuando la escribí, pero los infortunios me llevaron a ir por otro camino totalmente diferente a lo que había pensado.
En qué momento se desmarca del género, porqué se perdió lo que tú querías, pregunta Joel.
“Busco referencias en lo que está hecho, lo que conocemos todos… por eso puse el ejemplo de Amores perros… pues está entre mis referentes, el cine que me gusta consumir, los hermanos Coen, Tarantino… Por ahí comenzó la historia, cercano a eso… confluían varias microhistorias y construían una gran espiral, pero todo fue cambiando en la medida en que el proceso fue avanzando. Quizá no tenía conciencia, por la inexperiencia, de hasta qué punto el monstruo del rodaje te puede devorar y entregar algo diferente…”
Por su parte, en El Secadero (Estudio ST, 2018) José Luis Aparicio Ferrera subraya “el fatalismo, el pesimismo, el desencanto… y una especie de impunidad desde las instancias donde se origina el poder”.
Creo que se puede hacer un cine de género con preocupaciones sobre el ser humano, la sociedad donde estás inmerso y pongas tus obsesiones, las cosas que te inquietan, tus exploraciones personales, pero usando de alguna manera esas formas, incluso para subvertirlas, hacer que el espectador disfrute… pues no me gusta ver el cine separado del gozo y el placer. Me propuse hablar de cosas y hacerle un homenaje al cine que disfruto, también una especie de obra de amor hacia ese cine…
Lester Hamlet: El Secadero tiene matices de un humor negro un poco sarcástico, más allá de la violencia…Te deleitas tanto con el estilo, con la puesta en pantalla, que la historia parece no ser lo más importante sino la manera en que lo estás contando y hay que ver en qué medida se convierte en un arma en contra o a favor de la película…Otro de los logros de Secadero es los buenos actores, pues es muy difícil ver actuaciones así en ese tono, que suelen estar desfasadas…
Joel del Río: Hay una deconstrucción dramatúrgica que es simpatiquísima en una escena de El Secadero que me permite echar de menos que la película, en otros tonos, sea como demasiado seria…Hay en las dos un trabajo con el género que, al mismo tiempo, se elude o se quiere desairar…
Senel Paz al habla
“Me parece que posiblemente el error más frecuente que cometemos y el que más nos disgrega es no haber definido de qué trata una película, porque el tema es como la cuerda donde vamos enganchando toda la ropa, y hasta que no lo tengamos bien determinado las desviaciones son muy posibles”, asegura el autor de reconocidos títulos como En el cielo con diamantes y Un rey en el jardín.
“Si pensamos en una pareja haciendo el amor, teniendo sexo, el tema puede ser la felicidad, pero también la deslealtad si ella no es la pareja de él, o viceversa. Además, puede ser la interracialidad si ellos son de distintas razas, incluso el incesto si son hermanos o familia, o la violación si uno de ellos no quiere… Una misma relación puede tener diferentes temas y hay que precisar bien ese punto”.
Pablo Milanés por Juan Pin Vilar
Pablo Milanés (2017) de Juan Pin Vilar se proyectó en el cine 23 y 12 como parte de las Presentaciones especiales de la 18 Muestra Joven ICAIC. Desde la sencillez y la sinceridad, este documental atrapa, sin cortapisas ni miradas epidérmicas a una realidad compleja, incluso desde la consabida sencillez de su título, buena parte de la vida del creador de la ya mítica “Mis 22 años”.
Pin Vilar, quien acompañó a Pablo en la que, hasta ahora, ha sido su última gira por Cuba en 2011, realiza un paneo por parte de la obra del reconocido músico cubano: su infancia, los inicios en el movimiento del feeling, su amistad con Elena Burke, las noches habaneras, la nueva trova, los oscuros días en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), las utopías y sus encuentros y desencuentros generacionales… mediante logrados testimonios, uno de los mayores aportes de un documental visualmente bien logrado, y además, valioso y necesario en la comprensión de parte de la historia nacional que muchas veces ha sido incomprendida y otras escamoteada.
Vemos al propio Pablo Milanés –protagonista fundacional de una renovación en la canción cubana que tiene sus bases en el feeling y se expande progresivamente hacia el movimiento de la nueva trova y los días del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC– narrar sus experiencias en los primeros años del triunfo del proceso revolucionario cubano en 1959, convulso como todos en menor o mayor medida, como pocas veces se ha visto frente a cámara. Además, Pin Vilar retrata a la persona y al músico mediante logrados testimonios –también evidencias de una época histórica– de artistas e intelectuales como Reynaldo González, Nancy Morejón, Bobby Carcassés, Guillermo Rodríguez Rivera, Rember Egues, Omara Portuondo, Marta Valdés, Eduardo Ramos, Rey Montesinos, Sergio Vitier, Jorge Perugorría, Leo Brower, Luis Alberto García, Miriam Ramos…
Ellos hablan del Pablo que conocen, del hombre sencillo, fruto de una época y sus contradicciones, del ser humano que supo enfrentarse a todas las adversidades y seguir creando, incluso en los momentos más complejos, aquellos en los que Elena Burke seguía cantando sus canciones a viva voz, mientras Pablo ganaba una suerte de anonimato peligroso desde los campos de la UMAP en Camagüey o alguna prisión habanera… Esos “tópicos que, hasta ahora, nos eran velados”, como leemos en la nota promocional del audiovisual, pero que también, insisto, hablan de Cuba y sus contornos, de una época y sus múltiples diatribas, de la sobrevivencia del arte a toda prueba y la fe, la suya, la de Pablo, en la existencia humana y el valor de la música como fe de vida. Esa fe en la verdad y en la justicia impostergable que nos recuerda, como un aldabonazo o un golpe seco en el rostro, Sergio Vitier en uno de los momentos finales del documental.
De eso nos habla ese documental de Juan Pin Vilar, con guion del propio realizador, producción de Ricardo Figueredo y Nancy Pérez, fotografía de Raúl Prado y edición de Maryulis Alfonso. Pablo, el músico, cuya obra es parte tutelar del sentimiento colectivo de la nación cubana, y Pablo Milanés, el documental que vimos en 23 y 12 y que ojalá pueda verse en otras partes del país y el mundo, nos demuestran que la mayor libertad posible para un intelectual, para un artista, es expresarse con absoluta libertad en cualquier momento y ser, sobre todo, fiel a su arte, que es ser fiel a sí mismo. Lo demás se disuelve en la compleja y, en ocasiones, absurda bruma de la historia y solo el arte, parece decirnos Pablo y Juan Pin Vilar, permanece y al mismo tiempo nos salva.
Siempre moviendo ideas…
Como parte de Moviendo ideas se realizó en CCC Fresa y chocolate “La caída de Zobeida. Roles de mujer y violencia de género en la mirada de las realizadoras”, moderado por Zusel Múñiz. Compartieron sus experiencias Gabriela Fonseca Villalobos, productora del documental La espera (Violeta Ampudia, EICTV, 2019), Lisa María Velázquez, directora del corto Mujer arena (2018) y Gisselle Vargas, directora de la obra Karla (DTS Producciones, Juanky´s Pan, 2019).