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"Mi trabajo como actor es un goce espiritual"
Su más de medio siglo de carrera artística no le ha quitado las ganas de conocer nuevos personajes. Al contrario, él asegura que todavía le queda mucho por hacer, porque “la actuación es un trabajo en el que se aprende todo el tiempo”.
Sin dudas, Enrique Molina es uno de los actores más prolíficos y queridos de nuestro país. El cine y la televisión han sido sus principales senderos, pero el teatro también ha tenido el placer de contarlo entre sus intérpretes.
No obstante, el inolvidable Silvestre Cañizo no oculta su preferencia por el séptimo arte, el cual le ha dado la oportunidad de obtener su más reciente premio: el lauro en la categoría de mejor actor en la sección de películas extranjeras del XXIII Festival de Cine El gallo de oro y las cien flores, celebrado recientemente en la ciudad de Lanzhow, China.
Este galardón, seleccionado por la audiencia, significa para Molina el reconocimiento más importante que le han hecho en su carrera profesional. “Imagínate –comenta- los chinos dicen que es como el Óscar de su país”.
Su trabajo en el filme Esther en alguna parte (2012), de Gerardo Chijona, fue el que le proporcionó a este cubano nacido en Bauta el premio en esta categoría.
“Me emociona mucho el hecho de que Esther…, una película que fue concebida sin grandes pretensiones -ese no era el objetivo de Chijona-, sea la que me haya dado la posibilidad de obtener este lauro. Pienso que es un filme bien logrado, además, a diferencia de otras comedias de Chijona en las que he trabajado, esta se fija mucho más en el valor del ser humano y profundiza en la necesidad que tenemos todos de amar y ser felices sin importar la edad”.
“Tampoco podré olvidar jamás la escuela que fue para mí ver actuar a Reynaldo Miravalles. Cada escena fue una clase de actuación. Le estoy muy agradecido a Chijona por haberme dado la posibilidad de compartir con este gran histrión, quien declaró de manera pública que Esther… era su última película, su último momento de actuación”.
Reynaldo Miravalles, Miguel Navarro y Salvador Wood fueron los “maestros” de Molina cuando llegó a La Habana en 1970 para hacer televisión.
“Yo no tengo formación académica alguna. Me he formado a golpe de sacrificios, de hecho, muchas veces he sufrido por no lograr un trabajo como el que yo quiero. Cuando llegué a la capital, observar a estos tres grandes fue mi escuela. Ellos eran mis referentes, mis paradigmas”.
No obstante, este excelente actor afirma que para andar con pasos seguros por el mundo de los escenarios hacen falta “cosas que la academia no da”. Por ejemplo, el concepto que hay que tener del rigor y la disciplina.
“Como yo he sido un actor al que siempre le ha costado mucho esfuerzo lograr el personaje que le han ofrecido, no he tenido más remedio que autodisciplinarme y ser riguroso con eso”.
“Tampoco las relaciones humanas las encuentras siempre allí. La actuación, aunque aparentemente parezca un trabajo individual, es uno en el que interviene mucha gente, y cuando no se tiene la capacidad para mantener relaciones con las personas que te rodean, es imposible hacer las cosas bien”.
“Y no me refiero solo a la relación con los demás intérpretes o con el director, sino a las relaciones con todo el staff de un filme. Eso no se aprende en la academia, te lo digo yo que conozco varios casos de actores y actrices acabados de salir de la escuela, los cuales no permiten que se les haga tan siquiera un pequeño señalamiento, porque se creen dioses en la tierra. Yo ya tengo 51 años de trabajo, y cada vez que tengo un nuevo personaje para mí es como el primer día, esta es una profesión en la nunca se deja de aprender”.
Durante esos 51 años, el actor que le dio voz a Pedro, el hermano de Meñique, en la primera película cubana de animación en 3D, ha compartido set con reconocidos directores de cine, entre ellos Fernando Pérez, Octavio Cortázar, Humberto Solás, Manolo Pérez, Daniel Díaz Torres y Gerardo Chijona. Todos con diferentes estilos y maneras de hacer arte, pero con una cualidad en común que valora mucho Molina a la hora de trabajar: inteligencia.
“Yo aprecio mucho a un director culto, inteligente, bien preparado. Uno se da cuenta de cuándo es mediocre con solo mirarle a los ojos. Si no tiene las anteriores características, pero además no es decente y correcto con los actores, es mejor que no dirija”.
Muchas de las cintas que el guajiro, el policía, el héroe… ha hecho con estos y otros directores clasifican dentro del género comedia. Y disfruta de hacerlas, como disfruta de cualquier otro trabajo. Sin embargo, él opina que aunque los cubanos tenemos la costumbre de reírnos de nuestros problemas y desgracias, “se debe abrir un poco más el abanico y contar la realidad desde otros géneros, como el drama y la tragedia, porque tenemos de todo en nuestra cotidianidad”.
“No obstante -explica-, creo que en sentido general se está haciendo buen cine. Pienso que las mejores películas están por estrenarse en estos próximos tiempos. Estamos caminando con buenos pasos a pesar de las innumerables dificultades que hay que enfrentar a la hora de hacer un filme, dígase problemas tecnológicos, la falta de transporte y/o de combustible, la carencia de presupuesto y otras más que obligan al ICAIC a acudir a las coproducciones extranjeras, lo que en ocasiones conlleva a otros problemas. Pero me parece que después de todo, hacemos el cine que queremos hacer”.
Entre los trabajos actuales de Enrique Molina está la filmación de la telenovela Piel de barrio, dirigida por Consuelo Ramírez y Felo Ruiz, y también entre manos tiene otros proyectos relacionados con el cine, de los cuales prefiere no hablar “porque son solo eso: proyectos”.
Asimismo, en fase de posproducción está La cosa humana, más reciente filme de Gerardo Chijona y comedia policíaca de actualidad, en el que interpreta a El Suave, “un mafioso cubano que va a ser un vacilón para la gente”.
Con una carcajada habla Molina de su más reciente personaje en el cine. Con placer habla de todo su trabajo. A él no le interesa si aparece solo unos minutos en pantalla o está presente toda la película, porque lo que le importa es disfrutar de lo que está haciendo.
“¿El secreto para permanecer tantos años frente a la cámara? Mi amor por lo que hago. Yo disfruto sobremanera en el momento que estoy interpretando un personaje, hasta los dolores se me quitan, porque me entrego en cuerpo y alma. Mi trabajo como actor, para mí, es un goce espiritual”.