sujo

México: epicentro de la violencia

Sáb, 12/14/2024

El extendido y terrible mal tiene, como es sabido, varias caras y especificidades, sobre los cuales se vierten diferentes cineastas según sus intereses estéticos y personales, pero en su conjunto se trata de un mismo y único flagelo, que desde su diversidad de rostros afecta otros tantos sectores de la sociedad.

Sujo ( 2024, Astrid Rondero/ Fernanda Valadez   es un título integrante de la sección oficial en concurso (largos de ficción) dentro del 25 Festival habanero donde la violencia campea por su respeto. Y aunque no obtuvo reconocimiento oficial ( sí colaterales: el Premio Don Quijote y además el Signis.) , sin dudas resultó uno de los mejores filmes de los exhibidos en el recién finalizado evento, que continúa el fin de semana con los títulos galardonados, entre ellos este.

Aquí la violencia  es una suerte de karma, un fantasma que reaparece por mucho que se huya de sus brazos, como ocurre en la vida de Sujo, quien con solo cuatro años es testigo del asesinato de su padre, escapa aun buscado por miembros del narco pero su familia lo oculta en un apartado paraje rural; siendo ya un joven, de pronto se ve involucrado junto con sus primos en esas redes, de las cuales vuelve a escabullirse al viajar a la capital. Deseoso de estudiar y superarse, conoce a una profesora que le extiende la mano, pero una vez más, en la persona de un pariente, vuelve a enfrentarse a otra situación límite que lo envuelve en su pasado y le obliga a traicionar sus propios sentimientos.

Ese fátum no resta importancia a la omnipresencia y fuerza del cartel en México, a los tentáculos inmortales del crimen organizado, a ese cuerpo (in)visible que siega vidas y enluta familias tanto en las zonas periféricas como en la misma urbe del país azteca, algo que las directoras han logrado visibilizar mediante una historia bien escrita y mejor contada a nivel de puesta , donde superando el sensacionalismo y el espectáculo tristemente turístico en que con frecuencia suele devenir el asunto, se concentran en el lado precisamente humano, en las aristas trágicas que a niveles personal, familiar y social suelen afectar el azote de la violencia internalizada en sociedades enfermas y corroídas desde adentro por sus actores y ejecutores.

Ya en su anterior colaboración juntas (Sin señas particulares), Rondero y Valadez nos acercaban al infierno de una madre en busca del hijo desaparecido, y aunque no explícitamente exhibida, la violencia gravitaba en la atmósfera, en el trayecto y las circunstancias que envolvían los personajes, mientras aquí , en su segunda y no menos eficaz pieza, asistimos a los ciclos que esa violencia genera como serpiente que se muerde la cola…e intenta morder a sus víctimas.

Las realizadoras manejan con destreza elementos como el montaje, la fotografía, la música, la dirección de arte y la de actores en función de este relato conmovedor y angustioso, que no solo atrapa de principio a fin, sino que sobrecoge e impele a la reflexión.