Island

Más bien amarga y turbia

Mar, 12/10/2024

El filme dominicano -en coproducción con España- Sugar Island (La isla del azúcar) que aspira a uno de los corales en la categoría de óperas primas, es ese producto de la caña que más bien pudiera considerarse nada dulce y menos aun refinado, no solo por la triste realidad que le sirve de marco :  la situación de desamparo, explotación y vulnerabilidad en que se encuentran en República Dominicana, cientos de trabajadores haitianos y sus familias, indocumentados y sin derechos- y donde la protagonista, una joven embarazada, futura madre soltera, en una zona rural de cañaverales, se enfrenta a un verdadero infierno burocrático, de incomprensiones y discriminaciones, donde obtener los papeles de legalización, sin los cuales es imposible acceder a atención médica ni a puestos de trabajo constituye el pan diario, algo que comparte con su abuelo (un veterano del corte a quien no se le quiere dar el merecido sueldo de jubilación) o a la madre abandonada , a quien junto a todos los miembros de ese y otros núcleos vecinos, se amenaza con el desalojo.

El filme, debut fílmico de Johanné Gómez Terrero, tiene como mérito la trasmisión de la angustia y el desasosiego, la impotencia y el dolor de esos y otros personajes que viven al límite, y que constituyen una lamentable realidad en la isla caribeña respecto a sus vecinos , pero no ha conseguido una plasmación artística medianamente satisfactoria.

Ante todo por el tono panfletario, moralizante y demasiado explícito de la denuncia, carente de sutileza y de matices , más cerca del documento propagandístico que del cine. También porque la mezcla de tonos y géneros (el documental, el teatro político, el relato de ficción…) no arroja un resultado coherente ni convincente, generando un discurso caótico y ausente de la fuerza y la convicción que el tema per se tiene, y que sin dudas pudiera haber generado una obra notable, si los trazos con que se narran la historia central y subtramas fueran menos burdos.

Las actuaciones , muchas de actores no profesionales, muestran no menos irregularidad e imprecisión.

De modo que esta azúcar de la isla fílmica se desvanece y no endulza, casi desde los fotogramas iniciales.