NOTICIA
Marco Berger: “Es muy agradable crear el cine que a uno le gusta ver”
Cauteloso y modesto, entusiasta e insinuante, Marco Berger (Buenos Aires, 8 de diciembre de 1977) es uno de los directores y guionistas argentinos de cine más atrevidos y reconocibles del panorama latinoamericano y mundial. Premiado en numerosos festivales, se le sigue por sus historias y esa manera muy particular de seducir con una cámara que se recrea en las miradas y desnudos de sus personajes. ¿Es lo suyo un cine de autor? No se dude.
Para algunos, el director de Ausente, Cinco, Plan B, El reloj, Última voluntad, Hawaii, Mariposa y Taekwondo se concentra solo en la visualidad de retazos corporales a través del “plano Berger”; pero para la mayoría, es un creador muy consciente de que su estética y acaso su estilo no desmerecen un guion tan repensado como necesario para que sus personajes confluyan entre ellos sin menospreciar el contexto contemporáneo y la vida humana en todas sus posibilidades.
Aparentemente la poética del director de Un rubio, su más reciente largometraje, exhibido en la edición 41 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, se circunscribe a lo LGTBIQ+. Para deponer lugares comunes relacionados con su obra y persona, accede a una nueva entrevista.
¿Te sientes cómodo con que te clasifiquen como director de películas queer?
No me es cómodo. Pero tampoco me molesta. Aunque preferiría que no existiera la clasificación. Preferiría que las películas las vieran como películas simplemente. Pero no me molesta porque sería como ir en contra de lo que yo hago: películas de amor entre hombres. Entonces la etiqueta aparece. Pero no hago cine con la etiqueta. Hago películas desde mi punto de vista y hago películas de amor entre hombres porque es lo que me interesa y la etiqueta aparece después. Nunca antes. Fíjate, si solamente me señalan como el director de cine queer, sí me incomoda, porque es una forma de separarme del resto. Quiero tener las mismas posibilidades que los demás directores en cuanto a hacer cine. Cuando me separan, siento que me dejan a un costado como a los gays: me ponen esa etiqueta que identifica pero limita.
¿Cómo crees que el guionista, el fotógrafo, el profesor de teatro ha influido en el director de cine?
No veo una separación. Tal vez porque asumo casi todo en mis obras. En el caso de Un rubio, la fotografía de la hizo mi hermano, que me entendió un montón. Supo lo que quería lograr. Pero en realidad fue una comprensión mutua porque él aportó también. De hecho, los dos compartíamos el mismo concepto de cómo hacer la fotografía de la película: tenía que vincular algo oculto con la luz natural. Ahora, cuando trabajo mis propios guiones y dirijo a actores es igual: me exijo y le exijo mucho a quienes están en un proyecto.
¿Qué directores te han influenciado?
Krzysztof Kieślowski. Mucho del cine francés. Los hermanos Dardenne. Pero después, en la forma, en la rebeldía ante el mundo, tengo que mencionar a Almodóvar, Kim Ki-duk e incluso el cine norteamericano que, aunque parezca que no, hay muchos que tienen una escuela muy buena como Ridley y su hermano Tony Scott. Blade Runner es una película que en la forma está muy adelantada a su tiempo. Más allá de que es ciencia ficción y más, la puesta de cámara, el uso de lentes es como introducir —acaso sin pretenderlo— escuela. Ahora, del Hollywood clásico lo que puedo sacar es la estructura de guion. Son muy perfectos con la estructura del relato: principio, nudo, desenlace, los puntos de giro… En este sentido siento que saqué mucho del cine comercial norteamericano.
¿Existen otros directores argentinos interesados en el tratamiento homoerótico?
Cuando yo hice Plan B sentí que abrí una puerta, pues otros se animaron a hacer películas de temática gay. Lo positivo para mí es que fui el pionero en eso. Pero ahora creo que tal vez hay demasiadas películas gays. Bueno, cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera. Pero hay de todo: gente honesta y otras que no lo son con el tema y uno siente que intentan hacer algo relacionado con lo gay porque está de moda.
¿Construyes el personaje o los personajes para determinados actores o te gusta descubrir a algunos en los castings?
Construyo los personajes con algo específico y en los castings trato de buscar eso que tenía en la cabeza. Pero a veces me pasa que conozco a un actor y siento que debo modificar un poco la idea preconcebida y acomodarme a él porque me interesa. En Ausente me sucedió. Según el guion que ya tenía escrito, el profesor era muy diferente a como lo concebí después. Era rubio, alto, muy bello y llamativo y terminó siendo un hombre común, bello pero común, que parece que trabajase arriba de un camión o fuera un taxista. Fue interesante porque a él lo tenía como el bello y al alumno como el común. Este último se enamoraba de aquel. Cuando cambié la idea, entonces era un alumno muy bello que se enamoraba de un hombre común. El propósito era que al profesor le chocara que ese alumno se interesara en él. El cambio contribuyó a que la trama y la atmósfera de la película fueran el doble de peligrosas. En el caso de Un rubio escribí la película para el actor.
Esto me lleva a preguntarte: ¿Repites con algún actor por comodidad o porque se te hace difícil dar con nuevas caras?
Nunca se me hace difícil dar con nueva caras. Repito por amistad cuando me interesa que un actor conocido pueda hacer algo diferente. Es el caso de Javier de Pietro, por ejemplo. Él está en Ausente, repitió en Mariposa y en el corto El primo. Creo que es el actor que más ha trabajado conmigo. Aunque, pensando ahora, está igual que Manuel Vignau, quien lo tuve en La última voluntad, Plan B y Hawaii. En el caso de Manuel, después de haber hecho Plan B, lo quise para Hawaii, también porque quería hacer una película independiente y convocar a un actor conocido era muy cómodo. Con Javier fue un poco para impulsar su carrera. Él era muy joven cuando Ausente. Había hecho solo una película. Entonces me pareció que luego de cuatro años volver a hacer algo con él era como darle un nuevo empujón.
En cuanto a la recepción de tu cine en tu propio país, ¿qué tal te ha ido?
Muy bien, por suerte. Yo saqué mi primera película en un momento radical en Argentina. Cuando estrené Plan B estaba la legalización del matrimonio igualitario. Entonces, históricamente, ya era un movimiento en la sociedad que mi película, creo, pudo acompañar. En general tengo muy buenas respuestas. En principio, mucha gente no quiere ver mi cine porque siente que es solo cine gay, algo diferente pero raro, y cuando lo ve se da cuenta que la etiqueta sobra, pues se está en presencia de una película.
¿Cómo se comportó la situación del cine argentino durante el anterior mandato presidencial?
Muy mal. A los gobiernos de derecha, por lo general, les interesa poco la cultura. Las cosas tienen que tener un respaldo económico por detrás. Para ellos, algo es válido como objeto de cambio en el mercado. Lo que no es así lo desvaloran. En el anterior gobierno se cerraron muchas productoras. No se filmaron películas que pudieron ser interesantes y se impulsó un cine totalmente comercial.
Tu cine tiende más a sugerir que a evidenciar por cuenta, incluso, de los planos detalles y desnudos recurrentes. Casi siempre tus historias terminan cuando el amor o la relación entre dos ya es un hecho. Sin embargo, en Un rubio la relación nace y se extiende. Asistimos a la tensión entre dos chicos que no tienen que definirse, sino que aceptar, acaso, cuánto siente el uno por el otro.
En todas mis películas he trabajado la idea de la construcción del amor. Esta no es la excepción. Pero aquí ya está el sexo, luego aparece el amor y todo ello en el mundo real, que es a lo que tienen que enfrentarse los protagonistas. Las trabas personales y las sociales que aparecen obstaculizan la relación. De hecho, al final de la película uno tiene la sensación de que el antagonista está totalmente enamorado, pero le cuesta seguir con la relación; mientras el personaje principal siente que merece una relación abierta y madura, no de puertas hacia adentro. Tiene que crecer.
Me animé a hacer lo que no había hecho en mis anteriores películas en cuanto a lo agobiante que puede ser una relación. ¿Es amor lo que ellos tienen? El amor tiene que ver con el cuidado y en Un rubio uno de los dos personajes manipula al otro, lo deja plantado. Te confieso: no sé si quiera tratar de ese modo a los personajes de una nueva historia.
Se exhibió Un rubio en el 41 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y recibiste el reconocimiento, tal vez subestimado por otros directores, del cyber voto. ¿Te gustó?
Me encantó, obviamente. Me hubiera gustado ganar el Coral. Uno cuando entra a una competencia puede decir que no quiere ganar, pero si participas es porque quieres ganar. Lo que pudiera significar que tu obra está respaldada por críticos o por jurados o por el público. Pero lo más importante es que la gente vea tu película y sé que se vio mucho por acá.
Ahora, tal vez tenga que esperar un tiempo largo para volver a venir. Espero que no sea cuando tenga ochenta años para que se me entregue un Coral de Honor por la trayectoria profesional (risas). En serio, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano es un certamen que respeto mucho y ganar el cyber voto fue maravilloso. Vine a ver películas y a apreciar cómo mi nuevo largometraje dialogaba con otros. No me olvido que para algunos hago películas que son consideradas únicamente gays, que ya por eso son bastardeadas. O se les echa a un lado o están realzadas si tocas un tema como lo trans, o si haces una película sobre un niño que cambia de sexo. Hay lineamientos que pueden o no llamar la atención y como Un rubio es una historia de amor común entre dos hombres, puede parecer antigua o que ya está vista. Bueno, creo que todas las obras tienen un punto de vista nuevo y tampoco digo que yo merecía ganar el Coral, pero uno siempre pone expectativas, ¿no? Así que muy contento con el premio que gané y un poco decepcionado por no haber ganado otro.
Insistes en intereses ideoestéticos, pero ¿consideras que tienes un estilo?
El estilo es algo que yo no tengo que pensar. No lo sabía hasta que un amigo mío, Daniel Céspedes, vos, me regalaste un libro sobre la escritura de guion (Re-escribir el guión cinematográfico). Ahí en un momento, su autora, Beatriz Novaro, dice que quien está pensando en un estilo cuando realiza una película va muerto. El que es honesto consigo mismo crea estilo. Si me lo pongo a pensar, nunca consideré generar un estilo. Me gusta filmar las cosas como las concibo de antemano y, claro, por el camino modifico si es necesario. Por ahí creo se puede crear un estilo propio. Pero no pienso en eso. Puede haber formas de filmar que sí me interesan repetir, como captar los genitales de los varones, filmar los cuerpos acostados, que son rasgos estilísticos tal vez que me pertenecen. Pero no quiero que gire solo en torno a eso porque se perdería la totalidad de la película o el corto.
¿Qué pasa que aún guardas El secreto del dragón escondido?
Es un corto que nunca lo terminé del todo, y en el momento que lo estaba por estrenar salió Plan B. No paré —no he parado de trabajar desde casi los quince años— y la vida me llevó a hacer Ausente y otras obras. Tenía que sostener mi economía y entonces el corto fue deglutido por Plan B. El corto existe. Siempre pensé presentarlo algún día, tal vez en una retrospectiva. Es más, algunas veces quise regalarlo incluyéndolo en algún DVD con una obra nueva. Pero no lo hice. De manera que no lo he estrenado aún. Nadie lo ha visto todavía. Le hace honor a su título: El secreto del dragón escondido. Como ya pasó tanto tiempo, pienso que es una perlita que pudiera sacar a la luz un día de estos. Pero, no sé, tal vez la guarde un tiempo más.
¿Qué es Tensión sexual, Vol. 1: Volátil y Tensión sexual, Vol. 2: Violetas? Te pregunto porque aquí no se conoce mucho.
Volátil es un trabajo que hice por dinero. Está enmarcado en una colección de cortos cuyo nombre odiaba. Que se llame Tensión sexual es como arruinar la idea. Necesitaba el dinero y acepté. Hice una película que incluye seis cortometrajes: tres míos y los restantes tres le pertenecen al director Marcelo Mónaco. También está Violetas, que concentra historias de mujeres, donde tres me pertenecen.
En Los brazos rotos no se habla y, sin embargo, consigues por la música y las imágenes mucha tensión. Logras también que una persona “incapacitada” llegue a ser erótica.
Sí. Como es un cortometraje pude darme el lujo de la ausencia de palabras y que las imágenes hablaran por sí mismas. Todo el erotismo nace porque el personaje está inmovilizado. Es lindo como el que llega tiene que bañarlo y también ayudarlo a vestir. Esto genera la situación erótica. El inmovilizado luego mira por la ventana cuando el otro se va. Ha quedado como una semilla de amor. El erotismo y la tensión sexual pueden introducir el amor. Creo que todo está dicho sin emplear una sola palabra.
Si contaras con un presupuesto enorme, ¿qué película te gustaría hacer?
Hum… A veces fantaseo con hacer una versión moderna de Hamlet o hacer una de La gaviota. Bueno, la de Chéjov sería como una versión libre a lo argentino. Y si tuviese muchísimo dinero, compraría los derechos de Batman y haría una versión de Batman y Robin como se debe hacer, con esa relación amorosa que, como sabemos, ha latido siempre entre ellos.
¿Qué no harías en una película?
No podría traicionar mi ética y mi moral o hacer una película que no me represente políticamente o que esté a favor de cosas de las que yo esté en contra. Es un poco como el Patria o Muerte, en mi caso sería: Mi propia ética o muerte. Tengo un límite en mi propio arte que tiene que ver con mi ética humana.
En el almanaque de desnudos masculinos, Almanaque Berger 2020, te reafirmas en otras de tus pasiones: la fotografía, ¿qué esperas de estos 500 almanaques?
Es un sueño que tenía hace un montón. Soy muy fetichista de los objetos y me parece que está acorde con mi obra, que tiene todo un corpus, en este caso, unir a un calendario imágenes de varones, pero hacerlo de manera diferente. En un principio, lo pensé como merchandising alrededor de lo que yo trabajo. No pensé mucho en la cuestión económica. Aunque costó hacerlo y tuve que pagarle a cada chico que representa un mes. Tal vez quiera a partir de ahora hacerlo todos los años, pero tengo que recuperar la plata que invertí.
Tiene calidad y es coleccionable.
Esa es la intención, que se pueda coleccionar. ¿De qué signo sos?
Soy Aries del 9 abril.
Pues mira al chico de abril.
Y tú eres Sagitario.
¿Se nota?... Bueno, sentí que había un hueco en ese tipo de calendarios. Creo no haber visto un calendario de la manera que yo lo hice en cuanto al erotismo: simple, con la ropa medio puesta, en situaciones cotidianas… Siempre los calendarios son de hombres musculosos, bronceados, en la playa con ropa chiquitita, con el icono gay muy fuerte a lo Tom de Finlandia humanizado. Traté de hacer una versión más parecida a mis películas. La sensación es que los doce chicos, que en realidad son dieciséis, podrían ser tu vecino, tu amigo, tu primo o estar en una película mía. Lo que quería crear era un calendario de hombres, que son muy bellos, pero que nunca estén más allá del hombre común. No me interesó retratar modelos.
¿Tienes alguna otra obra en competencia en algún festival?
¿En competencia? Bueno, estoy por estrenar El cazador. Es mi séptima película en el Festival de Cine de Róterdam.
¿De qué va?
Es sobre un adolescente que está solo porque sus padres se fueron de viaje a Europa y conoce a otro muchacho que lo mete en un mundo bastante oscuro y desconocido. Es un thriller, pues trata de salir de ese lugar donde lo metieron a la fuerza. No quiero revelar más porque es mejor que cuando la veas te sorprendas poco a poco.
¿Alguna posibilidad de rodar en un futuro en Cuba?
Sí, me encantaría. Ahora que estuve acá en La Habana, lo he pensado. Tengo una especie de confusión en cuanto a si lo que quiero hacer solamente trate sobre la relación entre un argentino y un cubano o si profundizo un poco en las realidades que vivimos hoy: Argentina, Cuba, el mundo, Cuba inserta en el mundo... Creo que de una forma u otra, por donde vaya, la parte más amorosa o la política, o ambas incluso, serían interesantes. Me parece que tienen lugares lindos para filmar. Donde pones la cámara tienes una belleza innegable. Sí, sería la historia entre un argentino y un cubano.
¿Por qué Marco Berger hace cine?
Es lo que le da sentido a mi vida. No pudiera estar mucho tiempo sin filmar. Yo creo que uno tiene dos vidas. Una simple, que es una vida que tiene que ver con andar en bicicleta, por ejemplo, disfrutar del sol en la playa, caminar por la calle, y después tenemos otra vida relacionada con la creación, que es algo lindo. Nos guste o no, a través de la creación tocamos un poco lo divino. Somos una creación de algo superior y al crear nos acercamos un poco a lo divino. La creación es hermosa y da mucho placer.
Hago cine para mostrarle a la gente las cosas que yo veo del mundo, cómo interactúo con él. Por suerte, hay otras maneras de apreciarlo. Es verdad que me he concentrado más que todo en la masculinidad, en hacer comprender que la sexualidad entre personas del mismo sexo no es una elección. Es algo que nace, que uno no lo puede controlar. Me empeñé en abrir la cabeza desde ese lugar. Es muy agradable crear el cine que a uno le gusta ver. Cuando descubrí la inexistencia de determinadas películas, quise hacer algunas, las que he podido, para que vivan en el mundo, donde también pertenecen porque de él salen y sobre él hablan. Tener la suerte y capacidad de crear algo que luego compartes es de un placer enorme.