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Lorca, el mar deja de moverse
Lorca, el mar deja de moverse (Emilio Ruiz Barrachina, 2006) analiza, 70 años después, las posibles causas de la muerte del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca (1898–1936).
Ruiz Barrachina (La venta del paraíso, 2012) trata de aglutinar las teorías existentes en libros, filmes y declaraciones de allegados e historiadores, acercadel fusilamiento del autor granadino; aunque las principales fuentes –después dedos años y medio de trabajo– fueron las investigaciones del hispanista Ian Gibson y las realizadas por Miguel Caballero y Pilar Góngora, a raíz de documentos aparecidos en los últimos años, que no habían salido antes a la luz.
Ruiz intenta demostrar que la muerte del poeta “surgió” en el seno de su propia familia y que Juan Luis Trescastros Medina, casado con una prima lejana del padre de Federico, sería el autor material del asesinato. “Ese era un comentario entre los más viejos de Valderrubios y Fuentevaqueros”, ha dicho Ruiz Barrachina. Por tanto, la película analiza, procurando mantener la objetividad de una investigación histórica, por apasionante que sea la vida y obra del escritor, sus últimas horas de existencia y el posterior devenir de su parentela y de la familia Rosales.
El asesinato del poeta siempre se ha considerado “tabú” en la familia Lorca y nunca se ha hablado del tema, asegura su sobrina, Laura García Lorca, en el documental. Durante 70 años, la familia García Lorca ha mantenido un comedido silencio, igual que algunos de los miembros de la familia Rosales. Por tanto el director hurga en esa llaga y analizan los errores que ambas familias cometieron entonces, pero, además, la persecución a la que se vieron sometidospor el Gobierno Civil y la Falange franquista, de la que algunos hermanos Rosales eran miembros dirigentes.
El director insiste en que el asesinato del autor de La casa de Bernarda Alba partió de disputas familiares entre los García Rodríguez y los Roldán y Alba: sus intereses, odios y venganzas, y la implicación de Trescastros Medina en la captura y posterior fusilamiento del conocidoescritor. Estas familias mantenían viejas rencillas familiares, discusiones por repartos de tierras, o por las distintas tendencias y ambiciones políticas, pues los Lorca eran republicanos y los Roldán de Acción Popular. A esto hay que sumar la homofobia y la represión en la España de 1936.
Precisamente sería esa pieza teatral la que avivara las ascuas, pues Lorca “fotografía”a estas familias con las que la suya mantenía enemistades, como “una venganza personal por muchos años de pleitos”. Y esto, nos reafirma el documental, tiene también que ver con la muerte de poeta.
Más allá de una narrativa convencional –como “registro” de una profusa investigación históricaa partir de la sucesión de entrevistas y materiales de archivos con cierto enfoquecronológico–, el mayor aporte de Lorca, el mar deja de moverse consiste en los testimonios que posee; en la manera en que estos se articulan y reafirman el concepto inicial de un documental que, en sus primeros minutos, después de un preámbulo donde escuchamos los versos de “Asesinato”, de Poeta en Nueva York, que dan título al material, anticipa que “las causas, los hechos, quedan aquí reseñados como testimonio de la capacidad humana para el horror”.
Ruiz Barrachina, autor además de la controversial El discípulo (2010), se confiesa admirador de Lorca. El documental es una muestra ineludible de su admiración por el poeta granadino. Escritor también, con varias novelas, poemarios y premios, entre ellos el III Premio Internacional de Poesía Rubén Darío en 2007 y el Internacional de Novela Luis Berenguer en 2001, nos hace cómplice de su interés casi obsesivo por descubrir y develar al mundo –aunque muchos prefieran silenciar esos oscuros años en España– la verdad de los últimos días de Federico; escritor unido a la lírica cubana, sobre todo la de las últimas décadas, y quien visitó Cuba –un total de 98 días, entre La Habana de los Loynaz del Castillo, Cienfuegos, Santa Clara, Sagua la Grande y Santiago– en 1930 y escribió en la isla algunos de sus textos.
Lorca, el mar deja de moverse, además de los importantes documentos de archivos (fotos, audios, videos, publicaciones) para calzar las hipótesis sobre su asesinato, que más que teoríasnos son mostrados como hechos posibles, posee –y en esto, insisto, encuentro uno de sus grandes méritos– importantes testimonios, vitales para conocer la historia. Entre ellos los de José Bello, amigo de Lorca y en el momento de la realización del documental, el único superviviente –con 103 años– del grupo que se reunía en la famosa Residencia de Estudiantes de Madrid; el historiador Paul Preston; los investigadores Ian Gibson, Miguel Caballero, Pilar Góngora y Félix Grande; Manuel y Tica Fernández Montesinos, sobrinos de dramaturgo; Luis Rosales hijo y Gerardo Rosales, hijo de Gerardo Rosales y autor del libro El silencio de los Rosales. Todos ellos componen un valiosísimo crisol para comprender los vericuetos políticos y sociales en la España de entonces, inmersa en los momentos iniciales de la cruenta Guerra Civil.
Contra la petición de Ian Gibson, quizá el mayor conocedor de la vida y obra lorquiana, de que se explore el terrero para buscar los restos del poeta granadino, para incluso conocer más sobre su muerte, se contrapone la opinión de Laura García Lorca, presidenta de la Fundación García Lorca: “En un lugar donde hay tantísimos muertos, tantas víctimas, elegir entre ellos es un error. Creo que la memoria, en este caso, está en ese lugar y en esa realidad. Esos fueron unos asesinatos brutales y están todos en la misma situación, no hay uno por encima de otro”.
Por eso en el granadino barranco de Víznar, donde enterrarían su cuerpo después del fusilamiento en la madrugada del 18 de agosto de 1936, y donde también duermen un sueño injusto otros miles de asesinados, se levanta un monolito con la inscripción que reza: “Lorca eran todos”.
Hoy –ante la negativa familiar– no se sabe con certeza si el poeta reposa ahí o en otra parte. Aunque, de alguna manera, Lorca son todos aquellos que en cualquier parte del mundo, leen, conocen, disfrutan y viven, con una pasión que se multiplica con el tiempo, los versos “como escritos de noche” y los dramas teatrales de quien fue no solo uno de los más importantes miembros de la Generación del 27, sino de toda la literatura española y universal. Lorca, el mar deja de moverse, de Emilio Ruiz Barrachina, aporta nuevos enfoques, datos y testimonios –necesarios en ese momento, pero también hoy, trece años después– para adentrarnos un poco más en los turbios días que antecedieron la muerte del bardo español.