Olivia

La última leyenda del Hollywood dorado

Lun, 07/27/2020

Para algunos espectadores ya Olivia de Havilland (1916-2020) había muerto, como también lo creían de Kirk Douglas, fallecido con 103 años en febrero de este terrible 2020. La noticia se supo este domingo 26 de julio. La notable actriz residía desde hacía muchos años en su residencia francesa y contaba con 104 años al morir.

La última superviviente de la etapa dorada de Hollywood comenzó en el cine en 1935, en un arranque atendible, pues trabajó en cuatro producciones: Elibi Ike, El predilecto, El sueño de una noche de verano y El capitán Blood. El director Michael Curtiz la volvería a poner de pareja en la pantalla grande junto a Errol Flynn con La carga de la brigada ligera (1936) y Robin de los bosques (1938). Y aunque ambos continuaron acoplándose muy bien, los prefiero recordar en Murieron con las botas puestas (1941, Raoul Walsh). 

De Havilland llamaría mucho la atención su papel de Melanie Hamilton en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939). Tuvo que conformarse con el secundario ante la fuerte presencia escénica y el talento de la gran Vivien Leigh. En esta incursión recibiría su primera nominación al premio Óscar, que ganaría después por Vida íntima de Julia Norris (1946) y La heredera (1949).  

Fue una actriz simpática e interesante. Pero con resultados muy dispares. La heredera, para mí, sigue siendo su mejor papel. La manera de vengarse con palabras del personaje de Montgomery Clift es impresionante. 

Como se sabe, tuvo una relación dura con su hermana menor, Joan Fontaine (Joan de Beauvoir de Havilland), actriz sobrevalorada. Varios episodios hollywoodenses y extracinematográficos lo evidenciaron. En la serie Feud, Catherine Zeta-Jones interpreta a una oscarizada y muy segura de su estrellato Olivia de Havilland. Aquí se alude al conflicto entre las dos hermanas. 

En una autoentrevista manifestó algunos criterios a propósito de esta sobreviviente no solo del Hollywood clásico, sino de las dos guerras mundiales y casi que de la terrible pandemia que aún hoy padecemos. Olivia de Havilland no fue víctima del coronavirus. Murió con 104 años durmiendo en París, acaso soñando con aquellos momentos de gloria, cuando el cine no sospechaba a dónde llegaría y esta situación pandémica parecía provenir únicamente de esos mundos distópicos de la literatura, el cómic y el cine.

Fragmento de la autoentrevista No pienso alzarme y menos tener arranques de conceptista:

Hay algunos momentos de Feud en que se alude a la enemistad entre las hermanas Olivia de Havilland y Joan Fontaine… 

Sí, claro. La serie no podía dejar de lado ese cotilleo. No se te olvide que ambas protagonizaron un espectáculo dentro de otro en la ceremonia del Óscar de 1942, cuando Joan Fontaine estuvo nominada por La sospecha y Olivia de Havilland por Si no amaneciera

Como se sabe, ganó la Fontaine, quien, para colmo, rechazó las felicitaciones de Olivia al subir a recoger su galardón. Joan Fontaine estuvo correcta en La sospecha como en los demás papeles que interpretó durante su carrera. No menos puede decirse sobre De Havilland. Lo que me sucede con esta última es que, si bien se ve un poco apagada en alguna que otra interpretación, es mejor actriz que su hermana, amén de que tiene más carácter y presencia que la protagonista de, entre otros títulos, Nacida para el mal.

Aunque en Rebeca estuvo bien…

Bien sí. Excelente no. ¿Cómo no podía estar bien con un papel secundario que la favorecía como el de la Sra. Danvers, la antagónica ama de llaves encarnada por Judith Anderson? Es más, sin el personaje de Danvers, el de la Fontaine hubiera sido tan referido como el de Rebeca. Este es un ejemplo de como una actriz secundaria se traga a una protagonista. 

Por cierto, lo mismo le sucede a Olivia de Havilland en Si no amaneciera cuando entra en el relato una estupenda Paulette Goddard, si bien aquí actriz y personaje secundarios no tienen por qué sobrepasar lo que representa para la historia el personaje “defendido” por De Havilland. 

Unos años después, Olivia se luciría y le darían un Óscar bien merecido por La heredera, del maestro William Wyler. Aunque, en verdad, hay que ser muy mala actriz para no comprender de qué va un personaje femenino como el de esta chica rica pero un tanto sosa. Ofrecer una transición contundente como la que le provoca el personaje de Montgomery Clift a una joven antes ingenua y tonta que, a consecuencia de la decepción, madura hasta cambiar la manera de observar a los demás e incluso el tono de la voz, requirió, claro, la presencia de una actriz con todas las de la ley. Con La heredera, Olivia de Havilland se creció como artista de la pantalla grande.