NOTICIA
Henri-Georges Clouzot, el implacable
Nadie que haya visto una película de Henri-Georges Clouzot (1907-1977) puede olvidarla. Porque el talento de este periodista que ejerció como asistente de dirección, en Berlín, de Anatole Litvak y Ewald André Dupont, le permitió debutar con dos policiacos que no parecían rodados por un principiante: El asesino vive en el 21 (1942) y El cuervo (1943), denuncia del tenso clima en un pueblecito asolado por las delaciones. Dominar el idioma alemán le condujo a convertirse en jefe del departamento de guiones de su productora, la Continental, fundada por los nazis en la Francia ocupada. Al culminar la guerra es acusado de colaboracionista y le impiden filmar; pero el castigo no se extiende mucho y retorna tras la cámara con Quai des Orfévres (1947) adaptación de una novela policiaca que inicia el periodo más radiante de su filmografía.
Retoma la literatura con Manón (1948), personalísima versión de la novela homónima del abate Prévost, y El salario del miedo (1953), sobre el libro de Georges Arnaud en torno al aterrador itinerario de unos camiones con nitroglicerina que pueden estallar de un momento a otro. Todos rememoramos la famosa secuencia de la bañadera en uno de sus triunfos más resonantes, la traducción al cine de Las diabólicas, original de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, que tentó que un principio a Hitchcock, para luego decidirse por De entre los muertos. Clozout confirmó su destreza para una férrea dirección interpretativa al conseguir que su esposa, la brasileña Vera, quedara al nivel de la inmensa Simone Signoret. Unos lo calificaron de implacable, otros, de dictador.
Tras explorar desde un ángulo insólito la creación en El misterio de Picasso (1955), con Los espías (1957) comienza el temprano declive de su obra. Proporcionar a Brigitte Bardot su mejor actuación en La verdad (1960) no lo protege de los ataques de academicismos y saqueo de la literatura por los nuevos críticos. La prisionera (1968) es indigna de alguien que intervino en todos los guiones que filmó. Múltiples problemas le impidieron terminar el rodaje de El infierno, acerca de los celos enfermizos de un hombre hacia su bellísima esposa (Romy Schneider). Aunque Chabrol logró llevarla a la pantalla en 1994 con Emmanuelle Béart, el notorio largometraje documental El infierno de Henri-Georges Clouzot rescata el revelador material filmado.
A cada filme reunido en este breve homenaje podría aplicarse la definición de Jacques Siclier: “Años después, uno retoma la película y no puede soltarla más, a tal punto la construcción del guion, los diálogos, el arte de la puesta en escena, la dirección de actores, hasta los papeles más pequeños, son de una extraordinaria eficacia”.
(Tomado del catálogo del 22 Festival de Cine Francés en Cuba)