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Habana Blues: ¿Quién dijo que todo está perdido?
“Una cosa es que te lo digan y otra muy distinta vivirlo en carne propia. Hoy fui con mi hija a ver la película Habana Blues, de Benito Zambrano, en el Cine Riviera de la capital cubana. ¡Y qué hermoso encontrar a un público joven tan conectado con el cine, con la vigencia de esa historia, con las canciones de la película! Me quito el sombrero ante esta provocación para devolver vida al cine. Me quito el sombrero ante ese público agradecido que aplaudió, ríe, canta y llora.
Ojalá se mantenga una programación coherente, diversa y profunda para seguir conectando a los nuevos públicos con lo mejor de la cinematografía nacional, en primer lugar; con las historias que hablan de nosotros y de las realidades que vivimos, por profundas y complejas que sean. Necesita Cuba un cine que les haga encontrarse en la pantalla. Y reconocer y reconocerse, reconocernos con lo mejor y lo peor que somos. En ese crecimiento estará también la posibilidad de ganar nuevos públicos y nuevos espacios.”
Las palabras anteriores fueron escritas por el director de audiovisuales Juan Carlos Travieso en su perfil de Facebook, a propósito de una visita suya al cine Riviera, en el Proyecto 23 de La Habana, el pasado viernes 19 de julio para ver con su hija Lucía la proyección de Habana Blues, la película de Benito Zambrano que, en relación con la escena de la Música Cubana Alternativa, obtuviese el principal galardón en la categoría de mejor banda sonora durante la 20 emisión de los premios Goya, máximo certamen del cine español.
Aquel suceso tenía una connotación colectiva. Ese fue un reconocimiento internacional a una sonoridad emergente, facturada por nuestros compatriotas, en lo fundamental desde la segunda mitad de los ochenta y que, en el mercado foráneo, poco a poco ha ido ganando espacio, sobre todo a partir de 1999 con la publicación del álbum A lo cubano, de Orishas.
Si bien en el disco Habana Blues, derivación sonora de la película y sacado al mercado por la compañía Dro East West, X Alfonso tuvo un rol preponderante pues de los 16 temas del fonograma, en nueve de ellos él participa como coautor e intérprete, queda claro que ésta es una labor grupal destinada a ofrecer un panorama acerca de lo que por entonces acontecía en una zona del quehacer sonoro nacional. Ello se corrobora por el modo en que fue compuesta la mayoría de las piezas aquí compiladas, firmadas por varios autores, y por la intervención de un nutrido elenco de instrumentistas, radicados en Cuba y en la diáspora pero unidos por idéntica sensibilidad epocal y en no pocos casos, por haber crecido juntos en nuestras escuelas de música.
Desde el primer corte de la grabación, “Cansado” (perteneciente a José Luis Garrido, Kiki Ferrer, Dayán Abad y X Alfonso), se deja a las claras que estamos ante un material que básicamente ha de transitar por los caminos del rock, aunque los coros y la percusión traigan los aires de nuestra tierra. La fuerte presencia del lenguaje rockero a lo largo del álbum no viene dada sólo porque en él estén bandas del género como Cuba Libre (timba rock), Tribal (nu metal), Porno para Ricardo (punk) y Escape (metal extremo), sino porque aquí X Alfonso, al cantar y componer, se remonta a sus tiempos en el grupo Havana, para interpretar con una tremendísima fuerza y en tonalidades tan altas que en aquel momento, hace alrededor de veinte años, sorprendió a muchos por las posibilidades de su registro.
Además, en el sentido de la incidencia del rock en el fonograma, así como en toda la banda sonora del filme llevado a cabo por el español Benito Zambrano (alguien formado como cineasta en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños), hay otros dos factores para mí decisivos. Me refiero al impactante trabajo guitarrístico llevado a cabo por el güinero Dayán Abad y por el espirituano Elmer Ferrer (sin duda alguna, dos de nuestros mejores guitarristas de los últimos treinta años), y por otra parte, a la destacada labor de Juan Antonio Leyva como productor (tarea compartida con José Luis Garrido), que aquí puso mucho de lo aprendido por él en los tiempos del siempre recordado Arte Vivo, la única agrupación cubana que entre fines de los setenta e inicios de los ochenta cultivase el llamado Rock in Opposition (usualmente abreviado como RIO), al influjo de la movida que en Europa mezclaba rock progresivo y experimental, con bandas punteras como Henry Cow y Univers Zéro
Pero lo cautivante de Habana Blues como CD y banda sonora es que no se detuvo en una sola manifestación y en su intención de ofrecer una radiografía de lo que en materia musical se realiza dentro de la Cuba secreta (al decir de María Zambrano), también presentaron a destacados exponentes del devenir de la historia de la cultura hip hop entre nosotros, como son los casos de Free Hole negro, Kumar y Telmary, así como a representantes de quienes por acá se decantan por el reggae, ejemplificados por el grupo Tierra Verde.
Como que el principio fundamental que debería guiar a todo trabajo artístico es asumir un proceder que resulte “incluyente” y nunca “excluyente”, los responsables de esta grabación tuvieron la feliz idea de cerrarla con un bolero, “Sé feliz”, un tema de Descemer Bueno que desde que fuese estrenado en la voz de Fernando Álvarez se volvió una especie de himno para la más joven generación de músicos de nuestro país y que a las numerosas versiones registradas de la pieza, sumó la excelente interpretación de Anaís Abreu en el álbum Habana Blues.
Aunque en Un prensaje como éste no se deben hacer distingos por su carácter de muestreo general de un determinado discurso, hoy que lo vuelvo a escuchar para escribir estas líneas, me siento impulsado a decir cuáles son algunos de mis cortes preferidos. Entre ellos mencionaría “Habana Blues” (preciosa simbiosis entre blues y bolero), “Arenas de soledad” (con una melodía muy contagiosa) y sobre todo, esa joya nombrada “En todas partes”, canción que por la notable factura que posee y por su mensaje, emociona y hace que uno se sienta identificado con su letra, de absoluta vigencia veinte años después de haber sido escrita.
Como banda sonora y película, Habana Blues representa una arista del quehacer artístico de una generación que se mueve en un campo (por emplear la terminología propuesta por Pierre Bourdieu en su célebre libro de 1993, The Field of Cultural Production) cruzado por músicas paramediales, locales, tradicionales y también de élites. Es un campo que, al parecer, tanto hace dos décadas como ahora, se resiste a ser investigado y en correspondencia, de forma permanente romperá los marcos que se le pretendan poner. Por ello, continuamente está definido por las diferentes prácticas de representación que lo habitan, lo administran y lo usan. Así, se halla en permanente movilidad y, en mi opinión, va siendo hora de que las ciencias sociales cubanas, mediante enfoques inter, multi y transdisciplinarios -aún escasos en nuestro medio académico-, empiecen a prestarle atención a un fenómeno que demanda la mirada analítica no sólo de la musicología sino, además, de otros saberes contemporáneos.
Mientras tanto, es gratificante que al proyectarse un filme al corte de Habana Blues en un cine como el Riviera durante las noches del 8vo Festival de Cine de Verano, cientos de jóvenes -que eran niños o no habían nacido cuando la película se estrenó- se movilicen hacia dicha instalación del Proyecto 23 de La Habana para disfrutar de un audiovisual como este y que, al menos a mí, me hace pensar en aquello que se dice en una muy hermosa canción del argentino Fito Páez: ¿Quién dijo que todo está perdido?