NOTICIA
Guerra culta: pensamientos para la Cuba del presente y el futuro (Parte I)
(A propósito de la presentación del libro Guerra culta. Reflexiones y desafíos sesenta años después de Palabras a los intelectuales, de Ediciones ICAIC. 2 de julio de 2021 en la Cinemateca de Cuba)
Uno imagina aquellos encuentros de junio de 1961, las palabras de Fidel, sus gestos, el ambiente. En las semanas más recientes hemos escuchado varias veces el tono de su voz gracias a la grabación de aquella emblemática intervención del día 30. Uno imagina las reacciones de los demás, ¿qué pensarían, qué sentirían mientras escuchaban al líder revolucionario, al mismo ser humano que había cambiado el destino de Cuba y en diversas ocasiones demostró su capacidad para conquistar lo aparentemente imposible, para convertir sueños en realidades?
En la Biblioteca Nacional dialogaba el mismo hombre que había dirigido el asalto a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, la lucha en la Sierra Maestra, el triunfo del primero de enero de 1959, la victoria en Playa Girón. Ahí estaba el principal impulsor de la Campaña de Alfabetización, el seguidor de las ideas de José Martí, el amante de la cultura, el intelectual, que era también abogado, militar, profundo humanista…
En un contexto muy complejo se sentaba a conversar con los escritores y artistas. Escuchó, habló, proyectó, pero sobre todo contribuyó a la concreción de muchos anhelos relacionados con la cultura y más allá.
En sus palabras, en el tono, palpitaba la humildad y la sinceridad, su capacidad para convencer y unir a pesar de las diferencias. Aquella pieza oratoria y el espíritu de los tres intercambios no solo sentaron las bases de un diálogo profundo entre las vanguardias política e intelectual, el cual llega hasta hoy, sino que también confirmaron la dimensión de Fidel como pensador y líder extraordinario también en el plano creador. No impuso criterios, ni ordenó, no fue grandilocuente ni pesimista. Fue un conciliador, un encantador con la profundidad de sus argumentos, la honestidad y sencillez, siempre palpitando el amor a la Revolución misma, eminentemente cultural. Todavía parecen retumbar los aplausos, muestras del apoyo, construido durante las diferentes partes de la intervención. “Fueron las palabras de un creador en el arte de la política”, como expresa Manolo Pérez en el libro que presentamos hoy.
Al escuchar a Fidel es inevitable pensar también en Martí, otro aglutinador que jamás traicionó las esencias, fuente de enseñanzas y belleza que deberá acompañarnos siempre.
A los jóvenes nos solían llegar escenas o textos dispersos de aquellos días, por eso es tan favorable que durante el actual año, como parte de las acciones por el aniversario 60, podamos beber de proyectos editoriales e intercambios sobre lo sucedido y su transcendencia como nunca antes. El libro Guerra culta. Reflexiones y desafíos sesenta años después de Palabras a los intelectuales es una de esas obras que seguramente será imprescindible como parte de un mapa más abarcador y exacto sobre esos acontecimientos y palabras, pero especialmente sobre su dimensión en constante crecimiento hasta el punto que, todavía hoy, seis décadas después, continúa siendo plataforma fundamental no solamente de la política cultural, sino del proyecto de país, que amamos y deberemos seguir construyendo.
Presentar este libro tiene para mí un simbolismo especial. La mística de aquellas jornadas y particularmente de la intervención de Fidel es cada vez más fuerte. Uno la siente gravitar, circula por las mareas de nuestras venas, en el afán de ser siempre consecuentes con sus esencias. Hacerlo en la sede de la Cinemateca de Cuba, lugar donde vivió Alfredo Guevara, un profundo cultivador del diálogo y quien tanto hizo a favor de la belleza en nuestro país tiene para mí matices singulares.
Llega esta valiosa entrega de Ediciones ICAIC en momentos de complejidad para el alma cultural de la nación. Desde voces diversas nos propone sumergirnos otra vez en Palabras…, pero desde visiones y análisis muy actuales, que incluyen autocríticas y propuestas desde el apego a la nación y su corazón más puro, que es también el de su pueblo.
Confluyen en estas páginas grandes de la cultura nacional como Rafael Hernández, Ibrahim Hidalgo, Israel Rojas, Magda González Grau y los Maestros de Juventudes Graziella Pogolotti, Nancy Morejón y Manuel (Manolo) Pérez, junto a los jóvenes Karima Oliva, Fabio Fernández, José Ernesto Nováez, Fernando Luis Rojas y este servidor (Yasel Toledo Garnache), quienes forman una interesante plataforma de pensamiento, con anécdotas, profundidad analítica, dignidad y pasión para mirar la tempestad sin miedo ―como nos dice Israel―, pero sobre todo con la voluntad de vencerla desde el decoro y la inteligencia, la poesía más allá de las palabras.
Aquí están las opiniones de profesores, historiadores, un cantante, una psicóloga, escritores, cineastas, y periodistas; todos participantes activos en las dinámicas actuales, incluidos algunos con un recorrido largo en el entramado intelectual y artístico del país.
Cada artículo tiene también sus estilos. A veces uno siente la sensación de estar en una clase, oír a un contemporáneo o conversar con un amigo grande, que nos cuenta algunas de sus vivencias en la sala de su casa.
Las palabras forman imágenes, puentes, fuentes de conocimientos a veces desde lo coloquial o un rigor más académico, desde un tono pausado u otro con más impulso, como torrente de ideas e ímpetu. En ocasiones, uno tiene el impulso de responder o preguntar sobre lo leído. Ese es otro de los encantos de esta obra: su capacidad para decir y provocar el pensamiento.
Como se explica en la parte inicial, este libro dialoga con otros dos, publicados también por ese sello editorial: La historia en un sobre amarillo. El cine en Cuba (1959-1964), de Iván Giroud, y Aquel verano del 61. Primer encuentro de Fidel con los intelectuales cubanos, de Senel Paz, que junto a propuestas recientes de otras editoriales conforman una fuente de análisis más rica sobre los sucesos de junio de 1961, el panorama cultural cubano y sus desafíos.
En su prólogo Graziella Pogolotti nos recuerda: “Las conmemoraciones no pueden reducirse a un mero rescate arqueológico. Conducen a replantear la dialéctica fecundante entre el hoy y el ayer, a establecer las coordenadas necesarias para acceder a un aprendizaje indispensable, para encaminar las respuestas requeridas a las interrogantes de la contemporaneidad”. Nos alerta: “La clave de todo, para juntar voluntades y crecer ante los enormes desafíos, se encuentra en el cultivo del arte delicadísimo de seguir edificando consenso. Porque, hijos de la historia, somos también sus hacedores”.
Rafael Hernández en el primer artículo, “Las palabras y las cosas. Consenso, disenso y cultura en la transición socialista temprana (1959-1965)”, hace un exhaustivo análisis del contexto y particularidades como la producción y distribución del cine y el mundo editorial. Argumenta que aquellos encuentros en la Biblioteca Nacional no significaron el kilómetro cero de la política cultural de la Revolución, pues ya se había hecho bastante a lo largo de los copiosos años 1959 y 1960. Recorre otros momentos de la historia cultural en torno a interrogantes como ¿qué cultura política caracterizaba a la sociedad cubana y al liderazgo revolucionario; cuáles eran las ideas de entonces acerca del comunismo y el socialismo; qué visiones tenían los cubanos sobre los socialismos realmente existentes en otros países y sus problemas; qué diferencias había al respecto entre los principales dirigentes de esta Revolución en los primeros años?
Manuel Pérez ―y pido permiso para llamarlo Manolo, como le decimos desde el cariño incluso quienes no hemos tenido la suerte de compartir frecuentemente con él―. A través de vivencias personales, Manolo, Premio Nacional de Cine, nos habla como una especie de hermano grande sobre tres momentos que considera trascendentes de la cultura cubana: el primero, relacionado con los acontecimientos desatados en mayo-junio de 1961 que condujeron a los encuentros en la Biblioteca Nacional, el segundo fue el Primer Congreso de Educación y Cultura en 1971 y el tercero estuvo relacionado con un acuerdo del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros en 1991, por el cual se creaba una Comisión Estatal encargada de elaborar propuestas de perfeccionamiento para estudiar “la unión de los Estudios Fílmicos de las FAR, los Estudios Cinematográficos de la Televisión y los del Ministerio de Cultura (ICAIC)”.
Por supuesto que hubo polémica, mensajes y cartas, incluida una a Fidel, quien respondió inmediatamente. En su texto está el espíritu de diferentes etapas, la subjetividad, el sentido de pertenencia, la capacidad para subordinar las discrepancias a un proyecto cultural mayor, el debate y el consenso, que necesita la construcción permanente.
El profesor de la Universidad de La Habana Fabio Fernández Batista, a quien también hemos visto intercambiar con estimulante pasión en encuentros con otros jóvenes, nos brinda un sugestivo análisis de los hilos que conectan aquellos sucesos con el presente y el porvenir. En “Texto, contexto y futuro” alerta que los usos de Palabras… son tan importantes como la intervención en sí, por eso en medio de los desafíos actuales “merece recalcarse que el terreno de la cultura no ha de escapar de la imprescindible revisión que permitirá actualizar concepciones y prácticas a fin de atemperarlas a los tiempos que corren. Hay en sus páginas ímpetu y argumentos, conciencia crítica y confianza, seguro de que las viejas formas de hacer, ancladas a concepciones ya superadas, no son el camino. Repetir códigos en su día exitosos, no garantiza el triunfo hoy (...) Si no se prevé y no se es proactivo desde la institución, se estará siempre en desventaja para dar la batalla”, una opinión a tener siempre en cuenta, unida a otros factores como la formación y la capacidad de las organizaciones de creadores de ser vanguardias reales, siempre activas y desafiantes desde la fidelidad total a sus principios.