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Entrevista con Enrique Pineda Barnet
Enrique Pineda Barnet es el realizador del film Giselle, recientemente estrenado. Perteneció a Teatro Estudio y a la Sociedad Cultural Nuestro tiempo. En los comienzos de la Revolución se convirtió en maestro voluntario en las montañas, luego trabajó como administrador de un central azucarero nacionalizado, después en el Cuerpo Diplomático (cosa que le permitió la América Latina).
Se inició en el cine encarnando como actor su propio papel de maestro voluntario en el film documental de José Massip El maestro del Cilantro. A fines de 1961 comenzó a trabajar en el ICAIC. Pronto se unió al grupo de cineastas soviéticos integrados por Mijail Kalatozov, Serguei Urusievski y Evgueni Evtuschenko. Fue así asesor de Soy Cuba y coautor con Evtuschenko del guion.
Posteriormente ha dirigido para una colección de documentales Teatros de la Habana, en la Enciclopedia Popular, el corto La Gran Piedra y un corto experimental titulado Cosmorama. Después de la filmación del primer ballet realizado en el cine cubano, Giselle, trabaja en David, film sobre Frank País, que motiva esta entrevista.
1/POSICIÓN ANTE EL CINE
Posición ante el cine, es decir “posición ante la vida”. Para mí el cine es vida, vida artísticamente expresada, mutable y en desarrollo constante. Por eso es que me inquieta y me interesa en todas sus formas. Naturalmente, existe la selección, como en la vida. Uno toma más de esto que de aquello; ama esto, rechaza aquello: pero se inquieta, indaga en todo, o en casi todo. Recuerdo una frase de Antonioni. Dice él: “esta total compenetración, este verter todas nuestras energías en hacer un film, ¿qué es sino una manera de vivir?” Y también estoy de acuerdo cuando expresa: “hay épocas en que ignorar acontecimientos sería deshonesto para un hombre inteligente, porque una inteligencia que se abstiene en un momento crucial es una contradicción”.
Entiendo que la cuestión no está en el lenguaje, el cómo, a usar o en la lógica y otras normas que nos rigen, sino en ser legítimo y coherente con lo que se necesita expresar. Para ello, para expresarnos, todos los recursos son válidos.
La forma está determinada por lo que se quiere expresar y no a la inversa, aunque pueda interesarnos una forma específica porque ella en sí puede conllevar una manera de sentir.
Me interesa mucho no lo visible y grandilocuente de las cosas que nos rodean y que se hacen obvias, sino lo que esas acciones y acontecimientos contienen, lo que ellos mueven en nosotros, haciéndonos actuar consecuentemente y propiciando acontecimientos determinados. Así, a veces, a través de la contradicción de esos modos externos, hacer surgir por sí mismos los “subtextos” de lo cotidiano o de lo extraordinario. Muchas veces es interesante llevar al espectador a un plano consciente frente al acontecer, a estudiarlo, a formarse una opinión al modo de Brecht.
También me parece válido mostrar la mente humana con el lenguaje de las imágenes, como el caso de Buñuel. Sin que quiera decir con esto que me inquieto precisamente por un cine surrealista. Me viene a la mente algo que expresó hace algún tiempo un escritor y ensayista mejicano que nos visitó: que no se pretendería que todo poeta escriba hoy como en los días del surrealismo, pero que tampoco puede pensarse que alguien pueda escribir como si el surrealismo jamás hubiera existido. Y pienso que ciertamente, el lenguaje plástico de las imágenes es generalmente más verdadero que el del diálogo más capaz de penetrar en el hombre en su relación con el medio y muchas veces ―más interesante aún― en contradicción con sus propias acciones externas, sus palabras, etcétera. Me interesa sí, crear nuevas imágenes jugando el papel de símbolos, pero no trabajarlas aisladamente, sino mezclarlas con lo otro, como la vida misma. No es el simbolismo lo que me mueve en sí, no obstante creo en la rica posibilidad de utilizarlo convenientemente. Es un problema de búsqueda de un lenguaje propio.
Por otra parte me inclino por una forma del cine-verdad aunque no acabo de considerar positivo el sistema de la entrevista o la “encuesta”. Me parece que el entrevistador es el obstáculo, el margen de “no verdad”, lo irremediable, que yo eliminaría de alguna forma. Y hablando de esto, recuerdo una aclaración de Jean Rouch sobre su Crónica de un verano, cuando dice que se le reprocha el mostrar solo la parte de la humanidad que tiene problemas, él dice que “en este tipo de cine, cuando la gente ya no tiene problemas, ya no hay film”. Estoy por decir que en cualquier tipo de cine sucede lo mismo en mayor o en menor grado. No quiere decir esto que el artista no pueda cantar a la belleza, a los valores positivos, a las conquistas del hombre, pero tratándose del ser humano, en cualquier sistema cuando me interesa intervenir es cuando hay problema.
Munk dice que para él la lección esencial está en la imposibilidad de juzgar a los hombres de una manera sumaria, esquemática. Y ciertamente, no se trata de enriquecer la imaginación del público, sino de saber usarla, que él tenga que indagar, descubrir, sacar conclusiones propias, aún cuando yo pueda darle las más. No creo que sea lo válido el eclecticismo. Me es necesario tomar posición como artista y como hombre. Pero, sí creo que a veces es indispensable una objetividad, aún cuando ella está compuesta de sus naturales elementos subjetivos.
Las formas me parecen de gran importancia, creo en el indispensable progreso de las mismas, como en el progreso de la ciencia. Ahora bien, repito, para usar una forma, necesito antes saber qué quiero decir para determinar en qué forma decirlo. Creo que hay que disponerse linealmente a servir por completo a esa cosa que nos impulsa, esa fuerza del motivo que nos obliga a expresarnos.
No creo que exista todavía la obra que trace precisamente el camino del cine de nuestro tiempo, a pesar de que hay grandes cosas. Creo que no hemos encontrado aún el camino justo para el cine de hoy.
Estoy con Adrzej Wajda cuando dice que la vanguardia es “la gente con algo que decir, que sabe que no puede decirlo de la vieja manera”. Pero aún esto es poco. La problemática de hoy no es la misma de hace diez años, y la problemática de Cuba no es ni siquiera la de cualquier país del mundo socialista ni de América Latina. La gente discute a veces, que si el cine es entretenimiento o esto o lo otro. Acepto sí que el cine es, además ―y en lugar prominente― espectáculo, y el público para mi es algo muy importante, es a él a quien hablo. Pero acepto el término “entretenimiento” como pueda ser “entretenido” disfrutar una obra plástica, interesarnos en un libro o una pieza de teatro, y no creo que la función principal sea, de ninguna manera “entretener”. Dígale usted “hacer disfrutar”, “inquietar” o hasta “disipar” en algunos casos, dígale de otra forma, pero no puede considerarse simple y despectivamente para con el público “entretenimiento”. Para mí, el cine es el vehículo artístico más vigoroso ―y hasta veo la palabra “vehículo” con reservas―, capaz de plantear las más importantes cuestiones. No obstante, creo en la legitimidad de proporcionar también deleite, placer estético sin más pretensiones, aún cuando no es mi línea.
El artista tiene el privilegio de preguntárselo todo, de encontrar en todo el conflicto, y así, descubrir, mostrar, analizar, denunciar, etc., al desnudo la relación más secreta, más íntima, entre las cosas, los hombres, los acontecimientos y hasta encontrar un nuevo valor, un nuevo sentido para cada cosa. Las preguntas no pueden terminar nunca para el artista, pueden agotarse alguna vez las respuestas, pero las preguntas no pueden agotarse, o se ha agotado la vida.
Uno de los directores de hoy que más me interesa especialmente después de Rocco y sus hermanos y al escuchar sus conceptos como artista es Luchino Visconti. Por ejemplo, su método de trabajo con los actores, me gusta en todo lo que me molesta el método de dirección de actores de Antonioni. Y aunque parezca contradictorio, he encontrado en Rosi, tanto en Salvatore Giuliano como en Las manos sobre la ciudad el hallazgo de una filosofía del cine y un extraordinario método de trabajo. En distintas direcciones me interesan realizadores como Resnais, Antonioni, Olmi, Visconti, Bergman, Bruñel, Kurosawa, Rosi, Truffaut, Kawalerowicz. Me ha interesado mucho el reciente film de Kadar y Klos, El Acusado.
(Tomado de revista Cine Cubano, nro. 28)