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Julio

Entre la amistad y la historia

Vie, 01/08/2021

En diciembre del 2018 durante el Festival de Cine de La Habana Lola Calviño me preguntó si quería ver un montaje bastante acabado del documental que había realizado Manolito Herrera sobre la figura personal y profesional de Julio García Espinosa. Dada la amistad que tuve con Julio y las características de su larga vida profesional agradecí y acepté la amable y amistosa oferta de Lola y Manolo y lo vi con gran interés y cariño. Esa visión y una posterior y reciente hecha “a la moderna”(es decir, en el ordenador) me han provocado estos recuerdos y reflexiones.

Creo que fue a finales de los años 60 del siglo pasado cuando conocí a Julio y precisamente, según los restos de mi antaño muy buena memoria, en Italia, donde estudió cine en el famoso Centro Sperimentale de Roma en los 50 y donde lo encontré por mis frecuentes viajes como informador cinematográfico al festival de Pésaro que dedicaba gran espacio a las cinematografías latinoamericanas. Creo que la primera vez fue en Roma en el 67, a donde llegué desde Pésaro en un curioso viaje en coche con, entre otros, Fernando Birri y el director norteamericano Jonas Mekas.

La personalidad de Julio siempre fue bastante amistosa y afectuosa y por mi parte hubo una empatía grande con aquel cubano casi 20 años mayor que yo, pero que parecía un amigo más de los cineastas latinoamericanos con sus ya notables experiencias de vida y su trabajo en la Cuba revolucionaria y su buen conocimiento de la vida romana (toda una fuente de historias y experiencias para un jovencito de la España todavía franquista).

Al año siguiente tuvimos la oportunidad de volvernos a ver otra vez en Italia pero en el famoso mayo-junio del 68 y en la propia ciudad de Pésaro durante su convulso y complejo festival. Julio era el jefe de la delegación cubana y yo había llegado a un Pésaro enfebrecido por el movimiento estudiantil y tras huir del cierre forzado del Festival de Cannes por la frontera de Ventimiglia y acompañado por los redactores italianos de la revista de cine Ombrerosse, de inconfundible origen ideológico.

Ahorro un jugoso y apasionante anecdotario de aquellos días pues esto va de Julio y su documental, pero sí quiero significar cómo entre los sindicalistas de las fábricas del cinturón industrial de Pésaro y las gentes de cine del PC italiano comandadas por Pier Paolo Passolini defendieron la continuidad del festival y sus asistentes contra viento y marea tanto policiales como de camiones de fascistas enviados desde Rímini y Ancona.

Tras una gran manifestación a la salida de la proyección de La hora de los hornos, de Pino Solanas, se produjeron cargas de los “célere”(antidisturbios italianos), coches en llamas, heridos y no sé muy bien cómo conseguí huir de la encerrona que suponía la sede del festival por una puerta trasera y aparecí en la playa buscando algún hotel donde refugiarme para algo más tarde intentar llega a mi hotel algo más lejano. Vi otro hotel donde me pareció había latinoamericanos: resultó ser el hotel de los cubanos y allí encontré a Julio que algo preocupado con la situación intentaba hablar con La Habana. Cuando me saludó con su habitual amabilidad me espetó para mi estupor: “Lárgate de acá, pues creo que los fascistas saben que aquí está la delegación cubana y en lugar de un refugio este sitio puede ser un peligro”. Al final escapé callejeando y pude llegar a mi hotel.

Tras tanta aventura y tanto suceso histórico pasé algún tiempo sin volver a ver a Julio y a partir de los años 80 pasamos a vernos con gran regularidad en Cuba y en España, pues mi trabajo estaba en muy estrecha relación con las coproducciones entre España y América Latina. Aun así siempre recordaré nuestros encuentros italianos en medio de la Italia, la Francia y la Europa de finales de los 60.

Estas anécdotas vienen a cuento, pues el documental sobre Julio García Espinosa Retrato de un artista siempre adolescente no es solo sobre el personaje social, político y artístico, sino que lo sobrepasa yendo a un hábil más allá, recorriendo desde la Cuba de los 50 hasta los inicios del siglo xxi la apasionante historia y ejemplos de su riquísima cultura popular (preferentemente musical y cinematográfica); el nacimiento, devenir y lucha por la permanencia e identidad del ICAIC; la evolución del cine en Cuba y en Latinoamérica; y la capacidad de Julio para ser, además de un dirigente con puestos en el Ministerio de Cultura cubano, en el ICAIC, hasta presidirlo, también en la EICTV. Con ese historial de dirigencia fue capaz, como explica el cantante Silvio Rodríguez en el documental, de que la gente que trabajó con él o bajo su organización le considerase un compañero artista más y no solo un mandatario.

Este repaso de la historia de Julio, sus alegrías, sus decepciones, sus triunfos y sus problemas no solo recorre Cuba y Latinoamérica o el cine, la música, el teatro, la guerra de Vietnam y su documento tan peculiar sobre ella, sino también la lucha por los grupos de creación en el ICAIC y su defensa de la diversidad de opiniones y un amplio etcétera que me atrevería a decir, casi siempre presidió su pasión por la música popular cubana.

Esta película documental de Manolo Herrera, unida al excelente y enorme material y documentos aportado por Lola Calviño y el ICAIC, nos permite al visionarla una posibilidad de contraste de todas esas situaciones, análisis históricos, políticos y profesionales que hemos vivido y conocido y de analizarlos y clarificarlos con nuestras propias vivencias, opiniones y conocimiento de la historia. No me extrañó saber que un pase de la película en el cine Chaplin de La Habana para amigos y compañeros provocó aplauso y emoción entre los espectadores.

Cuando iba a empezar estas breves notas vi en el Boletín Portal del Cine de la FnCl, año 11, no. 536 dos noticias que por diverso motivo están muy relacionadas con esta película documental. Una era la entrevista amplia con Manolo Herrera sobre la película dedicada a Julio y la otra, el anuncio y primeras aclaraciones del presidente del ICAIC, Ramón Samada, sobre la nueva legislación cinematográfica y audiovisual que se ha implementado en Cuba y publicado en su Gaceta Oficial el pasado 27 de junio.

De las opiniones de Manolito Herrera destacaría su posicionamiento creativo frente al género documental que comparto en gran medida. Es un género con narrativa y expresividad altamente creativas y en estos tiempos toma casi más riesgos y avances con respecto al cine de ficción y va dejando a un lado el mero amontonamiento de datos, entrevistas y material de archivo.

Este trabajo de Herrera arriesga opiniones, análisis y presentación de sucesos e intervenciones escogidas de Julio con una narrativa que enriquece e ilumina lo presentado. Tiene su rigor y su sentido de la creatividad narrativa.

También me interesó la anécdota sobre el origen de esta película a través del pequeño documento que él grabó para ilustrar la recepción por Julio de la Orden de la Estrella de Italia, conferido por el Presidente de esa nación, como máxima condecoración cultural, cuya selección de imágenes podemos ver en la película documental objeto de estas notas y recuerdos.

En cuanto a la nueva legislación no tengo datos ni conocimientos suficientes para poder seriamente dar una opinión. Aparentemente aporta datos novedosos y de interés y me queda la curiosidad histórica de quedarme con las ganas de saber lo que habría opinado Julio.

Coinciden muchas historias, muchas épocas y muchas circunstancias de notable interés y trascendencia en esta película documental y confío que esta fuerza y este interés se vea reflejado en el próximo festival de La Habana.

(Texto cedido por Lola Calviño para su publicación en Cubacine)