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El thriller, metagénero por excelencia
Hace bastantes años, el crítico norteamericano Vincent Canby, del periódico The New York Times, al referirse al cine de acción violenta creó el término kidult (kid y adult: “adulto infantilizado”) para nombrar a aquellos adultos, quienes, al igual que los adolescentes, disfrutan solamente de ese tipo de cine.
Erróneamente, el concepto de thriller es generalmente asociado a ese cine de acción violenta, o a los filmes de terror. Entonces, ¿qué significa ese vocablo?
Si acudimos al viejo diccionario inglés-español Cuyás, nos indica que thriller es una “novela u obra de teatro espeluznante”. O sea, que causa horror. También lo define como “persona o cosa emocionante”. Ambas acepciones contienen una parte de verdad, pero el término es más abarcador.
En realidad no existe una traducción perfecta del vocablo thriller. El libro clásico titulado Thrillers, de Martin Rubin, fue traducido a la lengua española con el mismo nombre en inglés.
No obstante estas observaciones, el concepto de thriller queda perfectamente definido a través del ensayo sobre el director Alejandro Amenábar escrito por el profesor valenciano Santiago Juan-Navarro. Dice así: “Más que un género, el thriller es un metagénero que engloba a otros géneros bajo su manto. Esto explicaría la inclusión dentro de este término de productos muy dispares caracterizados por el exceso a todos los niveles: exceso de sentimientos, especialmente de miedo, suspense, acción, vértigo y movimiento. Este cúmulo de excesos produce respuestas ambivalentes en el espectador, que experimenta al mismo tiempo inquietud y placer, atracción y rechazo. Ante todo, el thriller aspira a debilitar nuestra estabilidad emocional provocando una fuerte sensación de vulnerabilidad que, paradójicamente, puede llegar a ser profundamente placentera (siempre que se circunscriba, claro está, al ámbito de la sala de proyección). La propia etimología del vocablo inglés (to thrill, "taladrar"; thrall, "esclavo, prisionero") expresa la naturaleza agresiva y sadomasoquista de este metagénero y alude a la respuesta del espectador: el thriller actúa como un objeto punzante que nos deja atrapados en el laberinto de la ficción cinematográfica o, en palabras del propio Amenábar, "clavados en la butaca”.
Esto es lo que permite la inclusión, bajo el manto del concepto, de filmes aparentemente tan distantes entre sí como Psicosis, Z, Los otros, Arma letal, 48 horas, El día de la bestia, El aura, Seven, Contracara, Lee mis labios, Terciopelo azul o Tiburón.
Debe agregarse, por último, que en los Estados Unidos los thrillers se subdividen en estos apartados: “action thrillers”, “crime thrillers”, "mystery and suspense thrillers", “political thrillers”, "psychological thrillers" , “Sci-Fi thrillers” y “supernatural thrillers”. O sea, thrillers de acción, policiacos, de misterio y suspenso, políticos, de ciencia ficción y sobre fenómenos sobrenaturales.
Los thrillers gustan mucho en Cuba y en los ciclos de Cinemateca han figurado con frecuencia, incluso en segmentos dedicados a su estudio.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 177)