Daniel Diez Jr.

El rol del editor termina con el último crédito

Mié, 06/12/2019

El largometraje Habana selfies, de Arturo Santana y producido por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), continúa su etapa de posproducción. El editor, Daniel Diez Jr., conversó en exclusiva con Cubacine sobre su trabajo en el montaje de este filme.

¿Qué es la fase de posproducción?

La etapa de posproducción comienza con la edición una vez que concluye el rodaje de un filme y contempla desde el montaje hasta el final. En el caso de Habana selfies estuvimos alrededor de un mes editando la película y luego realizamos ajustes, cuestionándonos cómo trabajar la progresión dramática de las secuencias.

Nos preguntamos por qué cuento empezar, por cuál terminar y cuáles debían estar en el medio. Hay que tener en cuenta que son seis historias y una de ellas atraviesa toda la película, mientras las otras entran y salen.

Entonces, con el filme editado y cortado en rollos, o sea, fragmentos que al contener menos pistas les facilitan el trabajo a los distintos especialistas, se procedió  a enviar los cinco rollos de 20 minutos aproximadamente a sonido, para hacer la banda sonora, a música y a corrección de color. Una vez concluido este proceso se unifica todo el trabajo.

¿Tu función acabó con el montaje?

No, junto con Santana debo acercarme a los otros miembros del equipo encargados de las especialidades antes mencionadas para hacer coincidir los elementos. Y es que, aunque desde el montaje se pueden hacer ciertas previsiones, se debe revisar todo de nuevo.

En el arte existen muchas fórmulas. En la banda sonora, por ejemplo, no es lo mismo el dramático chirrido de un tren, que uno literal. Cada elemento tiene un sonido, un color y transmite sensaciones que sentimos en el estómago cuando vemos una película.

¿Montaje y edición representan lo mismo?

El montaje viene a ser el vuelo artístico de la edición. Uno edita las escenas y al montarlas les otorgas artisticidad a esos primeros cortes para que funcionen y sean verosímiles ante el público.

Primero, el asistente de edición edita las secuencias y luego yo las monto con un fin, un sentido, una bomba, un feeling.

El montador es quien ayuda al director a expresar lo que desea, proponiendo y contrariándolo si hace falta, porque para un cineasta una película es como un hijo, y esto puede significar un problema.

¿Cómo es el flujo de trabajo?

Se trabaja a la par, pero por separado, ya que solo así avanzamos todos juntos. Ahora, color debe esperar por efectos visuales para concluir su parte, al igual que sonido.

Nos comunicamos los unos con los otros, hacemos cambios, porque ninguna obra de arte es perfecta, y en ese proceso hay transformaciones que a veces exigen retroceder a edición para ejecutarlas. Además, luego de dichas modificaciones hay que volver a mandar los rollos a las distintas especialidades porque un cuadro nuevo, que sobre o falte, puede desincronizarlo todo.

¿Toda la película se hará en Cuba?

Sí, pero una vez concluida se necesita la ayuda de otro país para hacer su DCP, que es el nuevo formato de distribución de cine digital exigido por los principales festivales internacionales. Estamos en conversaciones con España y México para ello.

¿Qué es lo que más disfrutas de ser editor? ¿Y lo más complejo?

Editar diálogos es lo que más me gusta. Lo disfruté desde la primera vez que lo hice porque me percaté del “control” que tienes sobre los actores y actrices, ese “poder” que te permite decidir en qué momento y cuánto tiempo aparecerán los mismos en pantalla para narrar una secuencia. Siempre he disfrutado muchísimo el montar escenas en las que hay diálogos, personajes, situaciones y, sobre todo, sentimientos que deben ser transmitidos al público.

La mayor complejidad radica en cómo guiar el arco dramático de la historia a un final feliz para que los espectadores comprendan y disfruten lo que se quiso enunciar. Ese es el rol del editor y termina con el último crédito.

(Foto: cortesía del entrevistado)