NOTICIA
El riesgoso ensalmo de las imágenes
El colega Andrés Duarte, dado a una suerte de escritura acaso más arriesgada por ocurrente que quien esto escribe, me ha llamado para comentar entre los dos no ya directamente sobre una película o un actor, ni siquiera acerca de un cineasta, sino sobre los libros de cine que nos haya gustado o al menos nos haya llamado la atención. Al principio pensé que solo tenían que ser libros cubanos, pero no, el abrazo por lo cosmopolita se ha impuesto en cuestiones de gustos y disgustos. «Pues de cualquier país del mundo, como del volumen que no nos gustó hay que hablar también», me dijo. Luego de la provocación, decidí empezar yo sin necesidad de regirme por un estricto orden de preferencia. Lo hago hoy con Señores de la oscuridad (Ediciones ICAIC, 2018) de Alberto Garrandés
En Señores de la oscuridad, uno de los más recientes libros sobre cine de Alberto Garrandés, específicamente en el acápite «La belleza polimórfica de Satán (I)», se lee:
El mundo gótico, espacio-tiempo mental de la cultura, siempre existió, aunque el nombre alcanza su estabilidad en el siglo XIX con la entrada de ciertos toques medievalistas en el imaginario ro¬mántico. Pero en el siglo XVI William Shakespeare lo prefiguró con una nitidez llena de referencias dramáticas donde lo ominoso y el mundo del mal adquieren una musculatura.
Extraída la cita anterior por el agrado, no por el antojo, pareciera que Garrandés desatendiera a algunos autores. De hecho, si bien requiere la presencia de una suma enorme, no necesita la mención coral estricta. La calidad de un libro no se debiera medir por pequeñas omisiones. Tampoco por un manejo libre de los referentes o las citas. Es preciso decirlo: la calidad de un libro estriba en cuanto hace su autor con el objeto de su análisis o con cómo se adentra en una armazón de hechuras o argumentos ajenos para obtener los suyos.
Tal vez Garrandés no ha leído El imperio gótico de William Faulkner, de Elizabeth M. Kerr, donde su autora parte y retorna a la narrativa del escritor norteamericano para expandir los territorios de una literatura que, como la gótica, evidencia no pocas veces, sus ataduras con lo grotesco y lo sublime. Sin embargo, desde hace tiempo, está tan familiarizado con el tema que lo hace conceptualizar una ficción insinuante y analítica harto visual y creativa. Aquí entran los clásicos del género pero también los intérpretes como él de una escuela expandida y, por tanto, cuestionada. ¿Qué nos dice Garrandés al retorno de muchas lecturas sobre el gótico?
Un erotismo recóndito, enfermizo, que se agazapa, más un secreto mortífero y profético, vinculado a la muerte, más un ambiente lleno de complicidades con todo eso, más una presencia masculina heroica, más una presencia femenina oprimida por el miedo, más un avasallamiento que se ejerce desde la magia, lo sobrenatural o el simple espanto: he aquí la plataforma deseable o posible del gótico en el audiovisual contemporáneo. Aclaremos: no todo lo terrorífico es gótico, pero todo lo gótico sí tiende al terror.
No son los nuevos datos, sino al menos interpretaciones propias donde pueden ser localizados aciertos intelectuales. Búsquese ahí uno de los valores deseables de un autor. Preguntémonos sobre esta cuestión y no qué hace un narrador como Alberto Garrandés escribiendo acerca del cine o de una zona específica que no se le ha ocurrido a otro crítico del séptimo arte. Señores de la oscuridad es su quinto acercamiento al cine. Para este proyecto ha confiado otra vez en el Premio Nacional de edición Rinaldo Acosta, quien se ha encargado también del diseño interior y diagramación. Por su parte, el autor de la cubierta y viñetas es Juan Carlos Polo Chaviano.
¿Qué encuentra el lector Señores de la oscuridad? En rigor, no se centra en esa libido inquieta ya presente en las páginas de El espejo roto (2016), Una vuelta de tuerca (2015), El ojo absorto (2014) y Sexo de cine (2012). Tanto la pulsión sexual, el dominio del lenguaje y la soltura escritural, así como el afán integrador entre audiovisual, literatura y pintura, caracterizan los resultados impresos del polémico escritor. He aquí las constantes o continuidades de Señores…, pues el libro no está ajeno a la disposición cultural que una prosa subalterna hasta cierto momento de lo cinematográfico como la de Garrandés logra. Para colmo, el autor insiste en ese orden/estilo ya frecuente de lo fragmentario y descriptivo analítico, lo cual no pugna con la cantidad de referentes audiovisuales convocados y repasados.
Pudiera uno como espectador estar en desacuerdo con determinadas ceremonias de Alberto Garrandés para con algunas películas muy regulares como por ejemplo Crimson Peak (2015), de Guillermo del Toro. Pero sus argumentos son siempre atendibles. Ahora bien, se celebra cuando pondera una obra significativa aunque no muy comprendida en su momento como Arrival (Denis Villeneuve, 2016), a la que le distingue «lirismo robusto y sobrecogedor».
Lo mejor de Señores de la oscuridad es cuanto Alberto Garrandés señala, repasa y concierta en este nuevo volumen de la provocación.