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El cartel cubano y su evolución en el tiempo
La historia del cartel en Cuba es tan prometedora como expectante. Sesenta años avalan un itinerario de incontables gestos gráficos, risas y parodias, reflejo de una sociedad desafiante.
Como cualquier fecha que merezca recordarse, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) organizó una exposición con emblemáticos carteles de la filmografía cubana, a propósito de las seis décadas de esta institución. La muestra podrá verse durante el mes de agosto en el Túnel del Pabellón Cuba, donde se realiza, en estos momentos, la feria Arte en la Rampa.
Una conclusión a la que puede llegar el espectador es que en la cartelística insular predominan los colores, la alegría, además de un esmerado cuidado en los más mínimos detalles.
Nombres como Arnulfo, Julio Eloy, Mario Rivas y Eduardo Muñoz Bachs, parte del catálogo de la muestra junto a otros creadores, recuerdan tiempos de diversión frente a la gran pantalla o la televisión, cuando vimos por primera vez películas como Clandestinos, la serie de animados Historias de Claudia y Alejandro, o Siete novias para un soldado.
La exposición ofrece también una panorámica de obras de este tipo realizadas en ocasión de fechas conmemorativas de organizaciones culturales o hechas para un determinado evento artístico.
De esta forma queda como testimonio la visualidad de varios documentales y aniversarios de la Cinemateca de Cuba, así como del 17 Taller Nacional de la Crítica Cinematográfica y del 3.er Foro Internacional de la Niñez y su Universo Audiovisual, encuentro que se realizó en el contexto del 31 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (2009).
Las piezas son, además, una invitación constante al análisis, al hecho de parase ante una imagen y decodificar sus atributos, hábito que casi parece extraño en los tiempos posmodernos.
Lo que pocos conocen es que esta manifestación artística en la Mayor de las Antillas tiene su génesis más inmediata en las primeras décadas del siglo XX. En aquella época, los carteles solo reflejaban aspectos de la actividad comercial, artística y cultural. Más bien eran pinturas o dibujos de ilustraciones, acompañados de frases para anunciar obras de teatros, actividades recreativas y venta de artículos de consumo.
Con la creación del ICAIC en 1959, el cartel tuvo un cambio radical, al atribuírsele una función social y comunicativa. A partir de entonces se consideró una expresión artística para el disfrute cotidiano y comenzaron a incluirse en colecciones privadas y públicas.
(Tomado de La Jiribilla)