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Costumbrismo y ruptura en una historia de amor gitana
“Arantxa Echevarría rompe el tabú de la homosexualidad en el mundo gitano con su primer largo, una película naturalista y llena de luz, protagonizada por dos magníficas actrices no profesionales”. Con estas palabras tradujo su impresión el prestigioso crítico Philipp Engel en la revista Fotogramas, ante el filme Carmen y Lola (España, 2018). Mas la película con la cual la directora se estrena en el largometraje de ficción (acompañada de todo un equipo de talentosas mujeres: Nina Aranda, en la música; Pilar Sánchez Díaz, en la fotografía; Zaira Romero y Rosy Rodríguez, como actrices protagónicas), va mucho más allá. No se trata de un simple drama romántico —como algunos han intentado definirla— sobre la historia de dos adolescentes gitanas decididas a defender su romance, a pesar de los inconvenientes y discriminaciones a que se ven sometidas por sus respectivas familias.
El filme que despertó elogios en el Festival de Cannes y obtuvo dos Premios Goya (Mejor dirección novel y actriz secundaria), articula muchos de los resortes del cine costumbrista español, y los adapta a las temáticas sociales de nuestra época y a las exigencias del espectador actual. Incluso escudriña más atrás en el tiempo y desempolva aquel costumbrismo literario nacido durante las primeras décadas del siglo XIX, que luego pasó a otras manifestaciones del arte al adaptar sus características a cada lenguaje específico.
Del mismo modo en que su referente literario abrió la lectura a las masas (los “otros” de aquella época), distanciándola del espacio privativo de letrados y aristócratas, Carmen y Lola abre lecturas de equidad y comprensión ante estos “otros” contemporáneos, incomprendidos, relegados, doblemente marginados por su condición gitana y homosexual. Para ello se vale de los resortes básicos del costumbrismo —no solo español—, al recurrir a temas en los que el espectador puede sentirse reflejado, identificado o comprometido, mediante un lenguaje directo, en ocasiones satírico y burlesco, situaciones emotivas y personajes que provoquen empatía inmediata con el público. Pero además adquiere una de las funciones que su homólogo literario cumpliera: dejar un nítido retrato histórico de pensamientos, creencias y costumbres de la sociedad de nuestros tiempos; doloroso, pero a la vez portador de optimismo.
Esta nueva propuesta de costumbrismo igualmente introduce una aguda crítica social con respecto a inequidades de toda índole e invita a construir nuevos patrones sociales, más humanos e inclusivos. De sencilla factura, sólido argumento y excelente mano en la dirección actoral, Carmen y Lola —sin afectadas pretensiones— llega hasta donde se propone… y puede que mucho más.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 168)