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Cine móvil del 2025: La luz contra la oscuridad
En el año en que el cine cubano celebra los 45 años de la creación de los Cine Móviles la idea se ha reactivado, a través del Noveno Festival de Cine de Verano, con una intensidad y un resultado cultural que apenas se había constatado al menos en fechas recientes, porque en Cuba se había perdido una tradición que tiene antecedentes en las exhibiciones itinerantes del soviético Dziga Vertov, y se ha renovado en la idea de algunos festivales internacionales de cine (Locarno, Cartagena, Toronto) de armar exhibiciones en la calle, en los barrios.
En 1960, el recién creado Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos creó, sucesivamente, el Departamento de Animación (enero), la Cinemateca de Cuba (febrero), el Noticiero ICAIC latinoamericano (junio), la Revista de Cine Cubano (julio) y los Cine Móviles (diciembre), concebidos para que llevaran esta manifestación artística hasta los rincones más remotos de Cuba. Eran camiones equipados con un proyector que llevaron el cine hasta los rincones más intrincados de Cuba, tal como se cuenta en el hermoso documental Por primera vez, de Octavio Cortázar.
El noveno Festival de Cine de Verano definió, entre sus principales líneas de acción, el rescate del Cine Móvil, para volver llegar a todos los rincones de la Isla, y reactivar las exhibiciones incluso en la capital, en los barrios carentes de salas cinematográficas, y así propiciar una opción de entretenimiento y cultura, a pesar de las dificultades energéticas del país. El movimiento se apoyó sobre todo en pantallas inflables y videoproyectores que permitieron la exhibición de obras, sobre todo cubanas.
Primeramente, se colocó una pantalla permanente en la colina Lenin, en Regla, y otra en plena calle 23 entre 10 y 12, frente al ICAIC, en un escenario musical, y cinematográfico, que contó, junto con el Cine Chaplin, con una planta generadora que lo hacían inmune a los apagones. Además, se reactivó el camión de Cine Móvil en torno a las comunidades cercanas al Proyecto 23, como El Fanguito, que exhibió primero Línea roja, de Alejandro Gil; el documental Maisinicú, medio siglo después, de Michel Lobaina. y Ciudad en rojo, de Rebeca Chávez. En las tres exhibiciones, los espectadores pudieron dialogar con los respectivos realizadores.
A medida que avanzaba julio, hubo pantallas de Cine Móvil no solo en las localizaciones mencionadas, sino también en el parque del Cine Mónaco, en el antiguo Laboratorio a Color en Tulipán, y en otras zonas del municipio 10 de Octubre. En Villa Clara las pantallas inflables se movieron también a la comunidad Quintín Banderas del municipio Corralillo y a la Panchito Gómez Toro, de Quemado de Güines, como parte de la gira por comunidades pequeñas y apartadas, antiguos bateyes azucareros. En Santiago de Cuba el Cine Móvil tocó, entre otras comunidades, el poblado de Boniato y el municipio San Luis.
Pero no solo en Villa Clara y Santiago de Cuba, sino también en Holguín, Granma, Pinar del Río, Camagüey y Guantánamo las pantallas y videoproyectores llegaron adonde fuera menester con tal de proporcionar una opción cultural y de entretenimiento en las horas de apagón. En Guantánamo, por ejemplo, en el cine Huambo sacaron el proyector al portal y consiguieron llevar el cine a los espectadores.
Para apoyar el movimiento de los Cine Móviles, y celebrar esta iniciativa que cumple 45 años, el pintor Sandor González dibujó el Chaplin con ruedas, ilustrado hace muchísimos años en el cartel de Muñoz Bachs que identificaba al Cine Móvil, en un camión recuperado por iniciativa de La Rueda Producciones y los Estudios Cinematográficos Cubanacán.
Paralelamente a los Cine Móviles, la red de cines exhibe una programación especial, también enriquecida con los mejores títulos de nuestra cinematografía, y se ofrecen no solo filmes de estreno sino también espectáculos recreativos, pensados para niños y adolescentes. Correspondió al Centro Provincial de Cine de cada provincia convocar al talento artístico vinculado al Ministerio de Cultura para proveer esta opción cultural en los duros meses de verano, cuando se recrudecieron los apagones por causas conocidas por todos.
Exhibiciones y actividades culturales y recreativas tuvieron lugar en el cine San Carlos, de Morón (Ciego de Ávila), en el Jigüe, de Corralillo, en el Meca y en la sala de video Hermanos Barcón, de Pinar del Río, y en el Ayacucho, de Consolación del Sur, también en Pinar del Río. El Centro Provincial del Cine en Granma logró respaldar el cine Céspedes con la planta eléctrica, y Camagüey hizo lo propio para rescatar su prestigioso corredor cultural. Tales iniciativas también hicieron parte del empeño por contrarrestar el cierre de las salas por temas constructivos.
A pocos días de iniciado el Festival de Verano, quedó inaugurada oficialmente la Sala Cinematográfica Humberto Solás, en la tercera planta del Cine Teatro Las Tunas, en la provincia del mismo nombre, con la exhibición del documental La violencia de una emoción, dirigido por Pedro Gutiérrez, parte de la serie “Disparos al sol”, del 2001, en un capítulo concebido para explicar el modo en que el realizador de Lucía concebía el cine.
A mediados de julio ya funcionaban diecinueve cines de todo el país con plantas generadoras que permitieron continuar las proyecciones de películas y las actividades culturales vinculadas a las salas, justo en el momento en que ocurrían los apagones. Desde el inicio del Festival, habían permanecido abiertos, por solo mencionar algunos, el Cine de Yaguajay (Sancti Spiritus), el Martí (Holguín), el Cine Meca en San Juan y Martínez (Pinar del Río), y varias salas de Villa Clara.
Como resumen del mes de julio, el ICAIC dio a conocer en rueda de prensa que se habían ocurrido más de 3 900 funciones en 180 cines en las cuatro semanas del mes a pesar de las dificultades energéticas, y con la asistencia récord de más de 128 mil espectadores.