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Buscando a Casal y la amistad difícil del poeta y el novelista
Filme importante en la tradición del cine cubano inclinado al historicismo, Buscando a Casal recupera algunos temas imprescindibles en cualquier biografía del siempre controvertido poeta, a saber: la libertad del artista, la rebelión contra el poder dictatorial del gobierno español, y la validación de la amistad con tres personajes, llamados César, Felipe y Enrique e interpretados con notable entrega por Armando Miguel Gómez, Enmanuel Galbán y Marlon López, respectivamente. Ellos tres constantemente observan y juzgan a Casal, de modo que representan, con diferentes matices, los múltiples sentimientos que el poeta despertó en vida.
Los amigos de Casal constituyen un modo dramatúrgico bastante eficaz de ubicar al protagonista del filme en un espacio social, concretamente histórico. El Felipe que interpreta el joven y talentoso Emmanuel Galbán está inspirado, evidentemente, en Ramón Meza (1861-1911), amigo en la vida real, durante un tiempo, de Julián del Casal, y autor de la novela Mi tío el empleado, publicada en 1887, tres años antes de que el poeta publicara su primer libro de poemas, Hojas al viento.
Considerada junto con Cecilia Valdés entre lo mejor de la narrativa decimonónica, sobre todo por el uso de la ironía, la comicidad, la sátira y la caricatura, para desentenderse del realismo costumbrista a la española, Mi tío el empleado fue incomprendida en su época y José Martí fue de los pocos que la reconoció como “una mueca hecha con labios ensangrentados”, “procesión de fantasmas lívidos y deshuesados”, con un estilo tan preciso que parece una hoja de espada a la vaina.
Auténtico fresco del enriquecimiento ilícito, el cohecho, el robo y los negocios turbios, nítido reflejo de los males que aquejaban la vida colonial cubana en el siglo xix, Mi tío el empleado fue valorada como una novela muy notable no solo por José Martí, sino también por José Lezama Lima, Cintio Vitier y Lisandro Otero.
No obstante, su autor ha pagado el precio de ser un hombre de éxito, nacido en el seno de una familia burguesa, y licenciado desde muy joven en Derecho Civil y Canónico y Doctor en Filosofía y Letras, ambos títulos alcanzados en la Universidad de La Habana. También fue periodista reconocido y maestro de mérito, además de secretario de la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana.
A juzgar por las apariencias, debió ser difícil la relación de amistad entre un pragmático, acomodado y burlón Ramón Meza y un Julián del Casal soñador, siempre pobre, y con un destino eminentemente trágico. En la película se bordan desde la incompatibilidad los dos caracteres, aunque el Felipe de la película lo protege y hasta le da empleo en su periódico.
Según el estudio Casal a Rebours, de Francisco Morán, Ramón Meza comienza su ensayo “Julián del Casal, estudio biográfico” (1910) con una afirmación. “Conocí un poeta, le traté íntimamente”, pero unas páginas más adelante reconoce: “Casal dejó de ser mi visitante”, dejando claro que los autores de Mi tío el empleado y Hojas al viento tomaron rumbos completamente diferentes.
Si en 1889 Ramón Meza publicaba Don Aniceto el tendero, Casal regresaba a Cuba, desilusionado una vez más porque viajó a Europa pero le fue imposible visitar su adorado París. Si Ramón Meza combate con gimnasio y esgrima la tos y la fiebre que le ocasionó “aquella mole abrumadora de lectura”, Casal continúa cada vez más sumergido en las vigilias de enclaustrado que le ocasionan, finalmente, la enfermedad, porque, según escribió, “una persona sana y robusta no es capaz de sentir la calentura de la inspiración, y para crear algo artístico es necesario encontrarse bastante enfermo”.
Meza era, al parecer, ese tipo de persona sana a la que Casal le negaba la posibilidad de crear. Según Calvert Casey en “Meza literato y los croquis habaneros”, “muere enseguida como creador literario y se convierte en urbanista amateur, profesor universitario, consejal y síndico del Ayuntamiento. Cuando regresa del exilio, no vuelve a la literatura que abandonó mucho tiempo antes. Se dedica con la mejor buena fe a las urgentes tareas de construir una República que va a frustrarse enseguida”.
Según Morán, Casal ve el porvenir de su amigo Ramón Meza y se separa de él, pues había dejado que lo disgregaran las realidades de la vida. Casal deja de visitarlo y es Meza quien debe frecuentar su morada modesta de aires japoneses.
La contradicción irresoluble entre el temperamento al parecer pragmático y acomodaticio de Meza y seguramente soñador y provocativo de Casal se expresa detalladamente en Buscando a Casal, cuyos creadores conocen y manejaron, evidentemente, el ensayo mencionado de Meza sobre Casal, en el cual el futuro funcionario y periodista hace constar el enorme esfuerzo que les costaba “disuadirlo de su propósito de salir por las calles de La Habana en piyama lujosa, recamada de oro”.
A pesar de las múltiples diferencias de temperamento y modos de comportarse o de expresarse, ambos amigos coincidieron en el desprecio por la envilecida sociedad colonial, y con el tiempo sus nombres han quedado unidos (ironías de la historia) a la hora de conformar una imagen rica sobre los grandes aportes a las letras nacionales en la segunda mitad del siglo XIX.
Ensayistas como Roberto Méndez, Luisa Campuzano, Enrique Saínz, Antón Arrufat, Reynaldo González y Rogelio Rodríguez Coronel han contribuido a difundir los aportes de dos creadores de singular talento y significación en la evolución de la historia espiritual de la nación cubana.
Unidos quedaron Meza y Casal en un libro publicado por la Academia Cubana de la Lengua titulado Ramón Meza en el centenario de su fallecimiento y Julián del Casal en el sesquicentenario (150) de su natalicio; el primero, uno de nuestros más notables narradores de finales del siglo xix y principios del xx, y el segundo, una de las voces imprescindibles de la poesía cubana e iniciador del movimiento modernista, según dijera Enrique Saínz durante la presentación del libro de Ediciones Boloña. En Buscando a Casal se revisita, también, la historia de amistad e incompatibilidades entre los dos personajes.
“A Casal se le vio siempre marcado por la angustia y en antítesis con Martí, cuando tanto uno como el otro deben ser una presencia constante en la formación de los jóvenes para el enriquecimiento de su espíritu”, opinó en aquella ocasión Enrique Saínz. La antítesis con Ramón Meza tampoco debiera manipularse en favor de uno y en detrimento del otro, sino como la natural diferenciación entre seres humanos creativos, aportadores y talentosos.
(Tomado de revista La Jiribilla, nro. 868)