Parte de portada del libro "Aquel verano del 61..."

Aquel verano del 61

Lun, 07/26/2021

[Palabras del escritor y guionista Senel Paz en la presentación el 2 de julio en la Cinemateca de Cuba del libro Aquel verano del 61. Primer encuentro de Fidel con los intelectuales cubanos]

El 60 aniversario de Palabras a los intelectuales ha motivado numerosas acciones, quizás ya demasiadas. Desde el cine quisimos participar con algo que no quedara en festejo de cumpleaños, sino que pudiera aportar alguna utilidad y nos produjera emoción a nosotros mismos. Así surgió este libro, como un impulso colectivo. No es un libro de nadie, no es un libro de autor, sino de todos, incluido el futuro lector.

Contó con el decidido apoyo de Ramón Samada, presidente del ICAIC, quien metió entusiasmo pero no la mano; la experiencia de Marcy Ruiz, directora de Ediciones ICAIC, que sonríe mucho para que no te des cuenta de que lleva recio; y con la labor editorial de Carla Muñoz, Beatriz Rodríguez y del diseñador 10K, entre otros muchos. Un equipo multigeneracional y multigénero y una experiencia que juntó la calidad del acto laboral con la calidad del acto de dirección, una fórmula no tan frecuente que hace maravillas. Disfrutamos hacer este libro, aprendimos con él, aprendimos con Palabras…, nos divertimos y nos hizo más amigos. Toca a ustedes leerlo y juzgarlo.

Si uno desea un conocimiento y aprendizaje plenos de Palabras..., no se puede limitar al discurso de Fidel. No es lo único trascendental que ocurrió en aquellos tres viernes de junio del 61. Debemos incluir a los demás participantes, lo que sucedió y se dijo en las tres jornadas, el contexto histórico y cultural en que todo tuvo lugar, el discurso de Fidel en sí, y lo que posteriormente se ha meditado sobre ello en Cuba y fuera de ella. El tiempo, lo vivido, lo reflexionado, han enriquecido aquellos hechos y palabras y les han agregado sustancia y utilidad. Es lo que le da sentido a que volvamos sobre el asunto como algo vivo, no como a un fósil más o menos sagrado.

Este libro es un intento en esa dirección. No es una investigación, lo que propone es una dramaturgia con los materiales a mano, por tanto, una selección y ordenamiento específicos para facilitar al lector una visita personal y libre. Está pensado para el público en general, para quien no conoce nada, o lo conoce de modo fragmentado o inducido desde una óptica interesada. Ojalá interese a los jóvenes y salte el círculo de historiadores e intelectuales y de objeto acompañante en carpetas y bolsas de eventos y reuniones.

En este punto quiero subrayar que lo pensado sobre Palabras... por determinadas figuras nuestras, a estas alturas integra también el magma del tema, el cual ya no se pude entender con plenitud sin esos aportes. Entonces procedimos, bajo mi responsabilidad, a una selección de textos que a mi entender hace eficaz la dramaturgia propuesta y prepara al lector para enfrentar las secciones segunda y tercera. Por supuesto, hay otros textos importantes, pero nuestro libro no es una antología ni una valoración crítica, solo una incitación y un camino.

La sección con las transcripciones de las intervenciones de los asistentes a los encuentros de los dos primeros viernes, incluidas algunas de Fidel, es lo más interesante. Publicamos la versión más completa que pudimos conseguir. Con ello cumplimos con la urgencia de socializar este punto, y nos hicimos eco de la solicitud de algunos de nuestros intelectuales y maestros, y para que efectivamente se pueda hablar de diálogo en aquel episodio, escuchando a las dos partes. Si alguien tiene versiones más completas y exactas o que precisen o corrijan estas, no las ha compartido hasta el momento y lo invitamos a hacerlo. Este libro será feliz de ser trascendido cuanto antes.

Como ya señalé, lo único que sucedió hace sesenta años en la Biblioteca Nacional no fue que Fidel pronunció un discurso memorable, que sin dudas pronunció. También ocurrió que los artistas e intelectuales tuvieron la disposición de compartir sus inquietudes con los dirigentes de la Revolución, con los políticos, y acudieron al escenario donde podían hacerlo. Unos más y otros menos, fueron en general francos, abiertos, al tiempo que provocadores y a ratos irónicos, como es nuestra naturaleza. Pero no estaban movilizados por ninguna UNEAC ni nada, acudieron invitados pero por su cuenta y riesgo, con interés, con temores, reconociendo a sus interlocutores, y con ello establecieron lo que devendrá una tradición entre los intelectuales y artistas y, en particular, los cineastas: la de buscar el diálogo con los líderes, con los políticos, plantear preguntas, dudas, inconformidades, cuestionamientos, disidencias. Por fortuna, ha pasado de generación en generación, y no siempre bien comprendido, también después. Hay que decir que aquel grupo fue en parte visionario, y me parece que está claro que no hemos hecho bien al no estudiar a menudo y profundamente también sus palabras, nos gusten más o nos gusten menos.

En cuanto a Fidel, también estableció una tradición, dio una lección. Lo único que hizo no fue hablar, pronunciar un discurso. Habló sí, en particular en la del tercer viernes, pero escuchó con atención durante los dos anteriores, y entre unos y otros debe haber reflexionando y elaborado profundamente sobre lo escuchado. Para mí, ahí está su lección mayor. Le debemos tanto a Fidel cuando habló, como cuando guardó silencio. En lo que a él toca, el diálogo se produjo en el arte de escuchar, hablar, aprender del otro. Una vez sobre el escenario, es tan difícil y valioso hablar como escuchar. Lo saben muy bien los actores.

Dialogar requiere de esas dos actitudes. Don Miguel de Cervantes parece que no pertenecía a la vanguardia artística de su momento. Olvidó el principio y tuvo que corregirse en el camino. Recordemos que el Caballero de la Mancha, luego de tostarse leyendo libros y posiblemente algunos periódicos cubanos, se lanza al camino a deshacer los entuertos; pero el autor enseguida se da cuenta de que ha metido la pata y no le queda más remedio que hacerlo regresar a buscar a alguien con quien dialogar durante la aventura porque de lo contrario condenaba al personaje al soliloquio, y estos nunca hubieran sido tan ricos. Así apreció Sancho, el otro, y a partir de ahí más del ochenta por ciento de la gran novela es diálogo, donde uno y otro hablan, y uno y otro escuchan y aprenden entre sí, sin importar cuál es más lúcido o más loco.

En nuestro libro pretendemos que el lector viva la secuencia de Fidel luego de escuchar a los demás. Creemos que esa experiencia amplía el conocimiento de los hechos, y por otra parte ensancha el discurso de Fidel y lo hace más pleno en vez de disminuirlo, como tal vez se ha temido.

Concluimos el texto con un breve fragmento del discurso de Miguel Díaz-Canel en la clausura del noveno congreso de la UNEAC en 2019. No se trata de un gesto protocolar para cerrar con el presidente en funciones del país. Las reflexiones de Díaz-Canel sobre Palabras a los intelectuales en esa ocasión, a pesar de su brevedad, y que ni siquiera parecen obligatorias en el guion de su discurso, las entiendo esenciales para mirar Palabras… desde hoy y reconsiderar su actualidad y utilidad para nosotros. Lamentablemente, el propio Díaz Canel las ha superado con su intervención del otro día en el acto central por la efeméride, poniendo vieja nuestra cita. Tendremos que mandarle aviso de que no puede hablar de Palabras… sin consultarnos, porque nos echa a perder el libro y no tenemos más papel.

Y esto es todo, ya me cansé de hablar y vuelvo al silencio, que es mi preferido.