NOTICIA
Al Rey lo que le toca…
El ciclo “Cine dentro del Cine”, el cual se exhibe esta semana del 3 al 7 de julio en el Multicine Infanta como parte de la 8va Edición del Festival de Cine de Verano, es una propuesta que permite explorar las maneras en que se gestan las obras cinematográficas desde la pantalla. Una de las películas que integran dicha muestra es Babylon (2021). Esta es protagonizada por tres personajes dinámicos y complejos, entre los que se encuentra Jack Conrad, una figura que sirve de impulsor de la trama y, a su vez, es un componente primordial a la hora de representar la evolución de la industria del cine y sus lados ocultos.
Jack Conrad personifica la grandeza y la mediocridad en que terminan siendo los jardines de Babilonia. El personaje devenido actor afronta su vida inmerso en un discurso decadente y superficial con cierta lucidez ganada por la experiencia; por lo que quizás, como rey del jardín, le toque la gloria tras la muerte.
Muchas cosas se podrían decir de la última película de Damien Chazelle (Guy and Madeline on a Park Bench, La la Land, First Man). La misma tiene por base la transición del cine mudo al cine sonoro con argumentos sobre el nacimiento y caída de una estrella, el precio de la fama, la ambición, la pérdida de la virtud, la corrupción tras alcanzar el poder o la grandeza, y la búsqueda del sueño americano.
Todo lo anterior visto dentro de un engranaje central en el que abundan temas habituales que rondan la felicidad, la melancolía, el orgullo, la envidia y el amor, pero no se ven tan desarrollados como con la tesis lograda en el personaje de Conrad, interpretado meticulosamente por Brad Pitt, quien tal vez hace un cínico guiño a su propia vida o a la vida de muchos de sus semejantes.
Este personaje hilvana las tres historias que desarrollan la cinta quizás como el eslabón más completo y profundo. Se encuentra, para la hondura del análisis que alcanza el filme (o desea alcanzar), donde quiere o como quiere estar, a diferencia de los otros dos protagónicos: Nellie LaRoy (Margot Robbie) y Manny Torres (Diego Calva).
Jack Conrad es un veterano actor de cine mudo en el esplendor de su carrera. Simula poseer todas las habilidades necesarias para realizar su trabajo y desempeñarlo sin tachaduras amén de que su alcoholismo y vida liberal atente en su contra. Partiendo del histrionismo y el carisma natural que lo caracteriza, este interprete es deseado por muchos y querido por todos, estatus que le permite decidir y disponer sobre lo que quiere hacer y, también, sobre la vida de los que le rodean.
Esta virtud que circula su persona, no obstante, se vería obstaculizada por la llegada del cine sonoro, lo que generaría en él un universo de inseguridades y la necesidad absoluta de adaptarse al nuevo mundo que se le antepone.
El personaje de Pitt destaca por su pasión y lucidez en el trabajo actoral, incluso cuando no está tan sobrio. Esto es producto a que es acreedor de una brillantez excepcional que lo hace destacar tal pareciese que no exigiese esfuerzo alguno de su parte al llevar a cabo su trabajo. Pero, de la misma manera, la toma de consciencia de esta habilidad lo convierte en una persona egocéntrica, que no es capaz de ver que: - mientras más alto se sube más rápido se cae -.
La vida de Conrad parece configurarse como la misma película que le da existencia, llena de fanfarria, extravagancia, libertinaje y diversión; no le importa mucho el curso que tome su existencia mientras tenga ese medio de subsistencia: el cine, del cual está seguro y lo cree inagotable.
La construcción de este personaje ronda alrededor de esa relación de poder de la que se ha visto provisto en un principio, lo que lo ha permeado con ciertas dosis de ingenuidad, cosa que simplifica su futuro. Provocándole inconsciencias tales como el no desprecio a la maldad intuitiva de aquellos que rigen la industria (aparentemente invisibles en el filme), la que él no logra ver del todo y es la que termina con su carrera y, por ende, con su vida.
Chazelle ha recreado en su filmografía personaje similares a Jack Conrad. Personajes que desde esa posición de poder utilizan su influencia para coaccionar su sociedad cercana o manejarla a su antojo (en Babylon sucede muy naturalmente), hasta caer en la decadencia que su ceguera le esconde. Por citar un ejemplo está el personaje Terence Fletcher (J. K. Simmons) en Whiplash (2014), quien utiliza su autoridad para ejercer presión sobre sus estudiantes hasta que el sistema infalible que creía haber diseñado lo acaba sometiendo.
Desde la óptica del director, existe una complicidad con la fotografía y la banda sonora para reflejar la conversión vital y emocional de estos personajes - sujeto. Se produce una asociación intencional en la que dicha contrastación del individuo y su intento de dominio sobre su contexto, un elemento completamente variable y salvaje, se recrea satisfactoriamente.
La banda sonora, fetiche artístico de este creador, siempre opera en beneficio de los estados emocionales de sus personajes, incluso, más relevante que solo la recreación de la atmosfera. Los sonidos apoyan cada fibra emotiva que el actor sea capaz de expresar. En caso, claro está, de ser el sonido el recurso idóneo, ya que el silencio incide sobre el drama que se encuentre contenido en la escena y profundiza en el ambiente completo. Teniendo en cuenta que su existencia es casi nula, el silencio para Chazelle obtiene un valor agregado que describe campos psicológicos poderosos.
La imagen, a su vez, traduce la transformación de los códigos de construcción del entorno, que trabajan constantemente la percepción del espectador hacia la asimilación del sujeto, el cual se mantiene agarrotado ante la situación inestable que lo circunda (y este ignora), enfrentándose inevitablemente a un cambio súbito que lo deja a manos de la marginación, aprendiendo o aprehendido.
Volviendo a Babylon entonces, cada uno de estos elementos canalizan el logro principal de la cinta, fusionar cada historia sin distorsionar su argumento (conflicto, entorno, drama y participantes), sin crear un ruido innecesario entre los eslabones muy particulares que trata y ninguna mancha dentro de toda su extravagancia cinematográfica.
Mas, llevando dicho argumento al contexto exacto del personaje objeto de estudio: - no sabe Conrad que su reino es más grande que él, que no es ese típico rey basto que domina sobre sus tierras y estas dependen de su decisión -. El mundo recreado en Babylon es un reino que vive por sí solo, que posee autonomía y se extiende incluso sobre las mismas tierras que ha creado, decretando siempre como ley marcial que: “A rey muerto, rey puesto”.
El cine sonoro comienza a dejar a Jack a un lado, mientras este se centra en sus preocupaciones y en el fracaso de sus últimas películas, incluyendo su paso por el cine independiente. Para él comenzaría un abandono que solo se traduciría como el derrumbe de su torre de cristal. Todo lo que conoce, lo que él llama su mundo, dejaría de existir.
Jack Conrad es un actor de calibre mayor que es dejado al olvido por las nuevas promesas técnicas y actorales que surgen en el universo cinematográfico. Lo que produce que, conociendo este conflicto, intente dentro de sus posibilidades mantenerse en el sistema. Mas, no es hasta la muerte de su amigo y productor George Munn (Lukas Haas) que siente la soledad personal y profesional que lo rodea.
Vale un giro dramático para cambiar completamente la percepción del personaje de su aparente realidad, vale también para cambiar la empatía del espectador, quien es absorbido por el cambio que el tiempo, como fórmula ineludible, retira a este actor del estrellato.
Partiendo de esta transición emotiva del actor, el largometraje simula confabular en pro de ahogar toda su historia en una atmósfera más lúgubre de la que venía desarrollando, como un castillo de naipes en picada. Cada participante involucrado comienza a tambalearse dentro de su propio cuento, que tras haber alcanzado la gloria solo queda aguardar la caída que se venía avizorando.
Quizás es aquí donde Babylon pierde más ese poder que venía mostrando. Se aventura a desarrollar un tercer acto un tanto bufonesco inmerso en el reflejo de ese Hollywood oscuro e indomable que entra en escena tras la muerte de Jack Conrad. Esto se transforma en algo sutilmente irónico que demuestra una vez más cuan autónomo es el reino, tanto como para comenzar su propia autodestrucción.
Babilonia se empieza a perder entre ese mar de tránsfugas y profundidades oscuras en las que el espectador no discierne del todo en qué mundo acaba de ser metido. Se torna turbulenta la transición hacia este paso para terminar la vida de un actor abandonado en sí mismo tras su mejor filme, un productor locamente enamorado de su mayor perdición y una increíble actriz (sujeto de deseo de todos) con “problemas de papá” que no acaba de superar.
La película pierde credibilidad al descubrir su conclusión sin tapujos ni tapaderas. Afirma tener que mostrar la bajeza de sus protagonistas de mano con la precariedad del mundo en el que se desenvolvían, una manera atrevida para ultimar, pero, no acorde a la imagen que venía trasmitiendo.
Babylon supone ser esa peculiar ciudad en que todo es reluciente y perfecto, esa ciudad en el que su mayor esplendor es el cine, pero revela que detrás de toda pulcritud existe una gran suciedad. No obstante, esto no sirve de justificación para cerrar una cinta que engalana ese universo añejo. Se queda en la banalidad de enseñar cuan nefasto es el negocio para todos, principalmente para sus protagonistas que solo tienen culpa de pertenecer a un guion sin un buen final.
En fin, la grandeza de Babylon es similar a la de Conrad, parte de la intimidad que logra con el espectador, desde su identidad. Posee una personalidad bien definida que no aporta confusión a la trama. Su papel parte desde la seducción y el atractivo, alejado de la superficialidad en su salida del escenario, logrando ese proceso de identificación entre el personaje y su público, pero sucumbe de simple ante el hecho de perder y no levantarse. Sin embargo, el filme como su protagonista encajan con la predicción de la crítica de cine Elinor St. John (interpretada por Jean Smart): - quedará inmortalizado para las futuras generaciones -.