NOTICIA
60 Aniversario del Ballet Nacional de Cuba
Fue en mis años universitarios, durante la década de los años sesenta, que vi bailar por primera vez a Alicia Alonso. Mis conocimientos de ballet de aquella época eran exiguos ―todavía lo son―, pero las impresiones artísticas no necesariamente van acompañadas del conocimiento, y en mi memoria, la imagen volátil, etérea, inmaterial y a la vez corpórea de Alicia en el escenario, existiendo como Giselle, fue una impresión relampagueante, un impacto deslumbrador, que por ser único e iniciático no se ha repetido: nunca más he visto bailar a nadie como ella bailó.
Desde entonces, me obsesionó intentar llevar al cine la magia del ballet, no solo por la magia en sí, sino por la entrega, la dedicación que hay detrás de cada paso, de cada giro, de cada movimiento. Traté de hacerlo en La vida es silbar a través del personaje de Mariana, consagrada a la representación de Giselle y luego en Suite Habana con la historia de Ernesto Díaz, quien aún no ha cumplido el sueño de arreglar su casa, aunque sí está logrando convertirse en un excelente bailarín.
Pero en mi recuerdo guardo con mucho cariño un Noticiero ICAIC que contiene las primeras filmaciones que dediqué al ballet y donde me atreví a establecer asociaciones visuales un tanto audaces, para un noticiero, entre el esfuerzo físico de los bailarines y el de los mineros de Matahambre. Santiago Álvarez ―mi padre cinematográfico, que también fue minero en su juventud― consideraba que no podían equipararse las dimensiones agotadoras de ambos esfuerzos. Y ciertamente, taladrar una roca deja, a primera vista, una impresión más rotunda que ensayar un paso de ballet. Pero Santiago también aprobó mi noticiero, porque en el fondo reconocía que esa entrega diaria de cientos de horas a un empeño físico, pero sobre todo espiritual, sí validaba el riesgo de esas licencias poéticas.
Para la mayoría de los cubanos, Alicia Alonso representa la voluntad, el coraje y el rigor del artista: es ella y la institución que creó y representa. Porque Alicia y el Ballet Nacional de Cuba, como Haydée Santamaría y la Casa de las Américas, como Eusebio Leal y la Oficina del Historiador de la Ciudad, como Alfredo Guevara y el ICAIC, han significado mucho para mí y para muchos cubanos, la expresión emblemática de un arte revolucionario abierto, sin dogmas, a veces incomprendido, pero siempre esencial en nuestra proyección cultural como nación.
Es para mí un orgullo presentar en nombre del ICAIC y de los cineastas cubanos este homenaje al 60 Aniversario del Ballet Nacional de Cuba y me llena de satisfacción que el documental que van a ver esta noche, El despertar de un sueño, esté realizado por un joven cineasta, Luis Ernesto Doñas, quien, como yo cuando tenía esa edad, ha sentido el impulso de expresar cinematográficamente el esfuerzo de nuestros bailarines.
Gracias, Alicia, gracias a todos los miembros del Ballet Nacional de Cuba (a los que están y a los que no están), gracias por su gran obra artística.
Palabras pronunciadas durante el homenaje del ICAIC al Ballet Nacional de Cuba, el 25 de agosto de 2009.
(Tomado de Revista Cine Cubano, no. 128)